sábado, septiembre 30, 2006

MUSULMANES-LA VIDA MILITAR

l nervio de la conquista y, al mismo tiempo, el instrumento de las guerras civiles del primer período musulmán fue, como es natural, el ejército. En un principio era tribal, es decir, cada tribu suministraba un cierto número de hombres, que eran llamados por un tiempo determinado y pagados con cargo al tesoro público. Estos contingentes formaban unidades independientes (chonds) y eran mandados por los jeques. De aquí que los soberanos se preocuparan de substituido. Alhakem I, fue quien inició el primer núcleo del ejército mercenario, formado por 5000 negros (los mudos). Sus sucesores no dejaron de incrementado y admitieron en él a maulas y extranjeros (eslavos). Coexistieron así dos tipos de ejército, el real y el tribal, hasta los tiempos de Almanzor, que abolió la organización por tribus y formó una nueva, de base regimental.
El ejército constaba de caballería e infantería. La primera montaba en mulas y la segunda llevaba también estos animales -uno cada tres soldados- para la impedimenta. Las armas defensivas eran cascos, escudos, corazas y ,cotas de mallas; las ofensivas, espadas, picas, lanzas y arcos.
Las expediciones militares eran de corta duración y se llamaban aceifas o algaras. Era esencial para emprender la expedición la noticia de que la cosecha se anunciaba buena en la tierra elegida para efectuada. Se emprendía casi siempre en la primavera, y el viernes anterior a la salida se celebraba una ceremonia religiosa presidida por el príncipe. Tras un desfile, los estandartes eran entregados a los jefes.
Se hacían pequeñas jornadas y se acampaba en tiendas colocadas alrededor de la del jefe. Los animales se sujetaban en estacas clavadas en largas filas. Allí recordaban los jeques sus triunfos anteriores y se animaban para el nuevo que esperaban lograr. Había un servicio de espías, llamados enaciados, que eran muy bien pagados. También se empleaban palomas mensajeras como correo militar.
En las fronteras y en las costas se solían construir castillos fortificados, llamados rabats (rápitas). En ellos vivía una guarnición, singular comunidad religioso-militar, anterior,a las Ordenes militares cristianas. Sus miembros se comprometían a una vida pura (por ejemplo, prohibición de trato con mujeres) y a luchar con severa disciplina. (fig.Almanzor)
La necesidad de defenderse contra los ataques de los normandos obligó a los príncipes cordobeses a construir naves de guerra. Almería fue la base naval más importante. La flota real llegó a contar con 200 naves en tiempos de Abderrahmán III, aunque decayó bajo sus sucesores. La flota se utilizó para ataques piráticos, que se extendieron hasta el Cantábrico, y para defender las costas meridionales frente a los fatimíes africanos. El superior de la escuadra se llamaba amiralbahr y a sus órdenes había dos jefes: uno militar, el caid, y otro marino, el arraez.

LOS MUSULMANES-LA MONEDA

ara servir este período de expansión económica, los musulmanes españoles acuñaron mon da propia -dinares de oro y dirhems de plata- en las dar-al-siqua (cecas), el jefe de las cuales, sahib-al-siqua, era un personaje importante.
Al principio el dinar pesaba 4,25 gramos y el dirhem tipo 3,71 gramos, mientras que el valor del primero era doce veces el del segundo, por lo que la relación del oro a la plata era de 7,65. Pero esta relación se fue desnivelando con el tiempo. El dirhem de plata fue reduciéndose en peso y valor, así como el dinar. En los últimos tiempos del Califato, el cobre, que sólo había servido para fabricar moneda fraccionaria. -el felús- se utilizó para la acuñación de dirhems.
Esta devaluación de la moneda hay que atribuirla al desarrollo de la burocracia palatina, frondosísima en la época del Califato, y al crecirniento del ejército mercenario, que consumía enornes sumas del erario público,-así como a la réducción del territorio de Al-Andalus, y con él de sus riquezas, ante el avance cristiano.
Los musulmanes, ateniéndose a la prescripción coránica,no grabaron nunca imágenes en sus monedas. Llevan todas ellas una leyenda, casi siempre alusiva al monoteísmo, los nombres del soberano y de la ceca y la fecha de acuñación.Del volumen de moneda acuñada, y por lo tanto como índice del dinero circulante, da idea e dato de que en tiempos de Abderramán III(Fig.Dirhems) se fabricaban anualmente monedas por valor de 200 000 dinares de oro.

FORTIFICACIONES DE CADIZ Y LA ISLA DE LEON DURANTE EL ASEDIO FRANCÉS




n 1803 realizó Hurtado obras en el baluarte de Candelaria; y en 23 de junio presentó el trabajo que le había sido encomendado, el cual fue conocido por: "Relación de la consistencia de la plaza de Cádiz y Fuertes de la Comprehensión de esta Isla, cuyo nombre propio es el que antiguamente tuvo y ahora Isla de León" dando cuenta del estado de las fortificaciones de la ciudad, y por el que se puede conocer su ARTILLADO y los baluartes que la defendían .
Prestamos atención a este informe, porque por él se viene en conocimiento del Artillado, con otros pormenores que interesan al tema de la defensa, y por ello vamos a seguir, para mayor facilidad del lector, el orden dado a la descripción hecha al tratar del Siglo XVIII.

"El frente de tierra que mira al E. -S.E. - llamado de Puerta de Tierra- está fortificado regularmente, con una buena cortina, dos semibaluartes, un revellín con su contraguardia y otras dos muy grandes que cubren los dos semibaluartes; todas estas obras con espaciosos fosos, y dos, caminos cubiertos, de los cuales el avanzado tiene tres plazas atrincheradas, y hasta ellas se extienden los ramales de las contraminas, como único frente accesible para atacar la Plaza, aunque se puede asegurar que no rendirá ningún enemigo esta Plaza como se defienda regularmente, sin ser dueño de la bahía".
-"La Plataforma de Santiago que une este frente con el de Puerta de Tierra, monta 26 piezas de cañón y mortero; y además pueden montarse en sus cortinas hasta 60 piezas más". En total: 86 piezas.
--"El Baluarte de los Negros es capaz para 29 piezas de artillería".
-"En el brazo avanzado del muelle hay una batería, la de La Puerta de la Mar, de 5 cañones, con un hornillo de bala roja en el que se calientan 200 a la vez, cuyo hornillo se construyó en 1797 por idea y orden del actual Capitán General Don Tomás de Moda, para embarcar las balas rojas en las lanchas cañoneras, después de haber hecho la experiencia de que puestas en un cajón forrado interiormente de un tabique de ladrillo grueso, y envueltas en ceniza caliente, duraban enrojecidas de 12 a 18 horas, tiempo suficiente para salir a atacar a los buques o bajeles enemigos". Total: 1 batería con 5 piezas.
-"La Plataforma de Santa Cruz, tiene también capacidad para 29 piezas".
-"Y el Baluarte de San Antonio, o de la Aduana, monta 38 piezas".
-"El Baluarte de San Carlos, junto con el de San Felipe el Alto, cruza sus fuegos con el de la Candelaria, guarda también los muelles por la parte del Nordeste, y es uno de los más importantes de Cádiz, ya que puede contener hasta 90 piezas de artillería" (cañones y morteros").
El frente del Norte -o de Candelaria- dejaría inexpugnable la boca de la bahía adoptando el plan del Capitán General de aquel año, al sacar una comunicación con cajones y escolleras, desde el baluarte de Candelaria al bajo de "Las Puercas", -en las que dice"se puede construir un fuerte o batería tan respetable como se quiera".
-El saliente de este lado Norte es el baluarte de Candelaria. Y entre Candelaria y Santa Catalina se encontraba la batería de Bilbao, la del ángulo o Plataforma de la Soledad y el baluartillo del Bonete.
-Esta Plataforma de la Soledad montaba 29 piezas.
-El Castillo de Santa Catalina, no reunía en la fecha del informe, condiciones suficientes para poder considerado como una fortaleza de primer orden; no obstante, la parte del mar que adoptaba la forma de una estrella, podía contener hasta 34 cañones y algunos morteros, que Hurtado consideraba que era "artillería más que suficiente". El algibe y el repuesto capaz para 130 quintales de pólvora, estaban a prueba.
En el frente del Oeste -que da a SanSebastián- "Las murallas son de corta altura y fáciles de asaltar pero no es fácil de atacar la ensenada de la Caleta por verse el enemigo entre tres fuegos, de los castillos y la muralla, si no toma antes el de San Sebastián; este castillo es difícil de atacar por sus escollos pero como no puede ser socorrido en todas las épocas por culpa de las fuertes marejadas"; opina debe ponerse en disposición de defenderse por sí mismo.
-El Castillo de San Sebastián acabado de citar, se encontraba fuera del recinto de la ciudad, avanzado en el mar, por la parte opuesta de la bahía, colocado sobre los peñascos inaccesibles del cabo Crónico y en el extremo de un istmo de 1.250 metros de longitud, estrecho fácil de cortar. Se componía de un recinto bajo con varias baterías y foso y una gran torre vigía de costa; según Hurtado, "no era tan eficaz como hubiera sido de desear". Se podía emplazar en su recinto hasta 40 cañones aunque "no necesita tanta artillería para ofender y para defenderse". Su avanzada tenía una capacidad artillera para 22 cañones y para cuantos morteros se quisiera.
Contaba también con su horno de bala roja; y el repuesto de pólvora era capaz para 300 quintales y estaba hecho a prueba de bomba.
-"La muralla del Sur, llamada del Vendaval, no se había construido -como queda dicho- con el fin de defender la ciudad, sino de asegurada ante los contínuos embates del mar. Sin embargo, estaba bien artillada, casi innecesariamente". Tiene para su defensa de frente 4 baterías en plataformas: la del Matadero, las dos de Capuchinos, de las cuales, una fue hecha en el año 1797 en la guerra con los ingleses que cañonearon la plaza en dicho año por esta parte del Sur, y la de los Mártires, las que no pueden servir para evitar un bombardeo semejante, y sí sólo las lanchas.
-Tiene además 3 baterías en tres redientes o flancos para defender el costado derecho del frente de tierra, (Puerta de Tierra), pie de la muralla y playa de Santa María, llamados de San Nicolás, de San Rafael y de Capuchinos. Es difícil aproximarse a la muralla del Sur por los escollos, y vientos fuertes de Levante". En total: 7 baterías.
-"Igualmente, puede aumentarse el número de piezas en todo el recinto de la plaza, por lo cual está en el caso de poder montar cuanta artillería quiera para su defensa.
-En los extremos de los fosos y en el perfil de ellos que mira a bahía hay también colocadas baterías para la defensa de ella".
Como podrá observarse, en los últimos informes se omite el nombre del baluarte de Benavides.
Recorrido el recinto de la Plaza pasamos a la costa de Poniente de la Bahía para volver a Cádiz desde el Puerto de Santa María:
-El castillo opuesto de Santa Catalina, del Puerto de Santa María, era de forma poligonal y "las baterías orientadas al Sur, que defendían la bahía podían contener hasta 15 piezas de artillería a más de un flanco dirigido hacia la entrada de ésta capaz para seis piezas". En total 15 piezas.
-El fuerte de Matagorda estaba artillado en el frente que miraba al mar con 5 cañones que podían batir los navíos por la proa desde que se ponían al alcance hasta que se encontraban entre castillos en cuyo momento los batía con 9 cañones por la proa, sin perjuicio de que todas sus piezas los batieran al pasar por su frente. A la parte de tierra tenía una batería de 8 cañones con buenos parapetos. Tenía también horno de bala roja. Y en total: 22 piezas.
-En el caño del Trocadero, Cádiz había costeado según dejamos dicho, un fuerte que se llamó de San José o del Trocadero, como el caño mismo. Contenía una batería, la del Comercio, de 18 cañones, orientada hacia la entrada del caño, para defender la entrada del puerto y el arsenal del Comercio, y el costado de Matagorda por un flanco de dicha batería. En total 18 piezas.
-Tanto el arsenal como los almacenes de él se puede decir que estaban atrincherados por tierra, por los caños, y en su espalda algunas baterías de 4 y 5 cañones cada una y la cortadura del camino de Puerto Real y el Puerto. Todo a costa del comercio. En total, 8 baterías aproximadamente: Unas 36 piezas.
Esta cortadura a la que hemos hecho referencia al hablar de la fortificación en el Siglo XVIII, fue proyectada, de 1774 a 1776, seguramente, por el ingeniero don Juan Caballero allí citado, sobre el "paso" o avenida que conduce desde Puerto Real al Castillo de Matagorda, y jugó un papel decisivo en la desdichada batalla del Trocadero, el año de 1823, según después describimos.
-El castillo de San Luis o Fort- Luis, se encontraba, según hemos dicho, en la banda izquierda del caño del Trocadero. Tenía una batería respetable de 20 cañones unos a barbeta y otros en cañoneras; a la parte del mar formaba un ángulo saliente y en su derecha tenía 10 cañones que batían la entrada del puerto y en su izquierda los restantes, el frente de mar hasta la Carraca, para los buques que vencidos todos los obstáculos quisiesen pasar a dicho arsenal de la Armada Nacional. En total: 30 piezas y un repuesto que estaba a prueba dudosa.
-Seguía La Carraca con algunas baterías provisionales, y en el ángulo que forma el Sancti - Petri con el caño que aisla la Carraca en su entrada, había una estable de 12 cañones para los buques, que salvado todos los obstáculos llegasen al propio Arsenal como ocurrió al rendir la escuadra del Almirante Rossilly en junio de 1808. En total: 12 piezas.
"Desde la Carraca siguiendo la costa a Puntales no se encuentra batería ni fuerte alguno, a no ser que la Marina en tiempo de guerra construyese alguna para resguardo de sus almacenes de la Casería de Ossio, o de pólvora de la Cantera y continúa la playa batiendo el arrecife de Cádiz más de mil varas (836 metros aproximadamente), hasta los Castillejos de donde continúa una playa rasa de arena hasta Puntales". Recuérdese que los Castillejos, que en el futuro debían de convertirse en el Castillo de la Cortadura de San Fernando, se encontraba aún en cimientos.
-El fuerte o castillo de Puntales, contaba con una batería a barbeta que se llamó de la Victoria, emplazada en dirección de acceso de los navíos a la bahía, "muy digna de tenerse en cuenta, y qu podía contener hasta 14 cañones y algunos morteros". Por el frente de la entrada del puerto tenía dos baterías más, una alta y otra baja, de 6 y 7 cañones y algunos morteros, para batir los costados y proa de los buques.
"La fortaleza era capaz para unos 40 cañones "incluso la batería de la Victoria, y se podía defender bastante tiempo hasta ser socorrida". Y en la última guerra con los ingleses se había añadido a su artillería un hornillo de bala roja". Se podían establecer en total, más de 40 piezas.
-Figuran además en este informe, 3 baterías más, fuera del recinto de la ciudad y establecidas, entre el castillo de Puntales y la Puerta de Tierra; fueron: las del Romano, y Primera y Segunda Aguada, y contenía cada una cuatro cañones. En total: 12 piezas.
La importancia del Río o Caño de Sancti-Petri hizo a Hurtado, de acuerdo con los "Planes de Defensa" de Caballero (1771-1774) y Huet 1788-1793) realizar un detenido estudio sobre sus orillas ,y principalmente de los puntos "claves" de un sistema defensivo tras el caño, como eran: el Puente de Suazo; y el Castillo de Sancti-Petri. Plano núm. V-E.
Las defensas terrestres de la Isla de León, fueron "las que tuvieron un mayor papel en la defensa de la ciudad", durante el "Sitio de Cádiz", como luego veremos.
El Puente de Suazo, es la posición más interesante y que debe estar precavida para una sorpresa, por las dos leguas y media que dista de la plaza de Cádiz para ser socorrida.
Empieza por comentar que la defensa de este Puente en lo antiguo consistió. tan sólo en una torre cuadrada, al lado de Cádiz, de 12 varas (10 metros) de lado y 15 (12,5 metros) de altura, que sin duda confundió con el antiguo castillo de San Romualdo ya citado, que en el mapa de Fray Jerónimo de la Concepción, de 1660, se denomina "Castillón de León". Este castillo, se encuentra efectivamente "situado en posición defensiva en la cabeza del Puente de Suazo junto a San Fernando (Cádiz), es monumento históricoartístico nacional" y es de planta sensiblemente rectangular, de 54 por 31 metros, con torres, de las que una tiene carácter de Torre de Homenaje.
Esta pequeña fortaleza, según toda apariencia, ha ido acrecentándose con obras en tiempos sucesivos; y asídespués se añadió a su pie una batería semicircular para 11 cañones contra la entrada del Río.
Segun estudios que dicen literalmente lo siguiente:" que posterior a esta obra se hizo la que llaman la Avanzada, cerrada con su rastrillo, al lado opuesto de la torre y extremo de la Isla, con troneras hacia la entrada del río y alguna hacia la mar, cuyo establecimiento es muy útil, para ofender a las embarcaciones enemigas que intenten entrar en el río, porque pueden ser batidas mucho antes de llegar a la embocadura y presentarse a los fuegos irremisibles de la torre y de otra de 10 cañones que une como una cortina a ésta con la de la Avanzada",
Esta última batería se construyó, como dejamos dicho al tratar de la fortificación en el Siglo XVIII, en el año de 1772 y fue emplazada en la última guerra con los ingleses, en la que por considerar escasos los fuegos de este conjunto defensivo por el lado del mar, se le añadió otra batería provisional de 3 cañones, en la estrecha playa que hay fuera del Castillo e inmediato a la entrada. (Esta batería debió ser la llamada de la barca o de la casilla de la guardia). Desde la última guerra contaron estas baterías con hornillo de bala roja y fueron servidas por la Artillería de Cádiz.
El Puente como tal, tiene su cabeza y gola, y en ambos había un reducto sencillo capaz para 16 piezas, rodeado con un foso de agua que por uno y otro lado comunicaba con el caño de SanctiPetri.
La descripci6n que hace el Ingeniero don Luis lIuet en 1798 es diferente de la que aquí hace Hurtado, en el sentido de que el reducto de cabeza o salida del puente, que en plano de Gaver (1768) se representa con capacidad para 16 ó 17 piezas, quedaría en: "un reducto compuesto de dos iguales que comprenden el camino en medio con su rastrillo, capaces cada uno por su frente de cuatro cañones que barren los intermedios de su cortina correspondiente, y terreno opuesto, con iguales fuegos a sus costados contra los arrimos, por las salinas y otros en el reducto por la espalda, por si se sucediese algún bombardeo por el río; en todo 17 cañones". Este reducto de la cabeza de puente habría pronto de constituir, como veremos, las baterías de "Concepción y Santiago".
Continuando con los estudios referente al puente Suazo, se dice lo siguiente:" que en esta cabeza de puente había un frente avanzado de dos baterías, con flancos a ambos lados del camino, y una cortadura excavada en el fango que servía de foso. En el plano de Gaver, sólo se aprecia una batería, la de la derecha, capaz para unas 10 piezas,. y que después se llamaría de "San Pedro". Sin duda en 1798 debió de hallarse construída la batería gemela de la izquierda, que se llamó de "San Pablo", pero dudamos que una y otra estuviesen artilladas con 20 piezas, cada una, como nos asegura Huet, porque no lo admite su capacidad y bien pudo ser un error de transcripción.
Contaba esta fortificación de cabeza, con otra batería que Gaver no dibuja pero que sí describe Huet y que luego se llamó de "San Felipe" como la salina en la que se asentó. Esta batería, que su misión era impedir la entrada de embarcaciones en el caño de Sancti-Petri cuya misión era defender el puente de la avenida por el caño desde su desembocadura al Atlántico. La consideró accesoria en esta fortificación y capaz hasta 10 cañones.
La gola o cabeza de puente del lado de la Isla de León, ya hemos dicho que contaba con otro reducto que se expresa asi: "Cubre su cabeza con batería alta y baja para batir las inmediaciones que están completamente descubiertas por la distancia regular que hay hasta las primeras casas del pueblo". Con ello nos indica claramente la independencia existente entre la fortaleza del Puente y el citado Castillo de San Romualdo o Castillón de León, pero no distingue la distribución de la artillería, según lo hace el plano de Gaver en el que hay, por decirlo así, dos reductos: El de la batería baja con 16 cañoneras que miran sensiblemente a la Isla, sin duda, por la distancia al pueblo; y el de la batería alta con más de 10 cañoneras, que enfilan, el mar, el río y también la entrada desde la Isla. La existencia de este reducto alto, partido para dejar pasar el camino real de Cádiz a Madrid, se denota por los dos "Cuerpos de Guardia" independientes, bajo y alto, y por la escalera que desde el puente sube a la batería alta. Todo el sistema" contaba con rastrillo exterior e interior, y estaba rodeado con un foso de aguas que por uno y otro lado comunicaba con el -repetido- caño de Sancti- , Petri". Fue conocido por el nombre de batería de "Suazo o del Caballero Suazo".
Unos y otros ingenieros nos hablan del pretíl o antepecho del propio puente, como asentamiento de piezas que dirigían sus fuegos al Sur por la dirección del caño y Hurtado insiste en que con los 8 ó 10 cañones que se colocaban sobre el puente, éstos y la batería, que ya llamamos, de "San Felipe", dejaban la fortaleza bien defendida del ataque de las embarcaciones.
"La importancia del puente de Suazo y de sus fortines complementarios no residía sólo en su fortificación, sino, y principalmente, en su excelente posición" y artillado, como se ha venido tratando.
De la posición de Sancti-Petri es que, la batería construída por la Marina en 1762, frente a la caseta de Rentas, estaba en el ángulo que forma la orilla del Río con la costa y playa de Santa María, se tituló de la "Barca" y "está bien colocada al objeto de batir las embarcaciones enemigas por la proa al mismo tiempo que el Castillo lo ejecuta por el costado" y finalmente, se apuntaba en un informe, que "la defensa de Cádjz, en la posibilidad de Un ataque por tierra, estaba en el Río o Caño de Sancti-Petri".
"Como en las tres leguas que de aquí distan a Cádiz no hay ninguna defensa, por aquí puede introducirse sin estorbo en el pueblo de la Isla de León cualquier enemigo que hubiese desembarcado en dicha playa y dirigirse a Cádiz igualmente".
En la braveza de esta playa y en los muchos bajos y escollos que la acompañan, se funda la fianza de no recelar desembarcos en la referida playa; pero opina que en tiempos bonancibles puede el enemigo (sin intención de sitiar la Plaza) desembarcar hacia el puesto de vigilancia de Caballería, de las Alcantarillas (Campo Soto), dirigirse a la Isla, y de allí a la Carraca, incendiarla, así como los almacenes de pólvora en Campo Soto, y los de la Marina de la Isla, etc., y embarcar, sin tocar el puente de Suazo; por lo cual, dice, "se deben precaver en tiempo de guerra, fortificando el Cerro de los Mártires".
-Finalmente, Torre Gorda o "Torre de Hércules", no tenía, según Hurtado, una gran importancia Artillera, 5 cañones solamente la rodeaban; su principal misión era la de servir de enlace con otras torres, por medio de señales, y así era la más importante.
A partir de este informe de Hurtado el historial de la fortificación de Cádiz siguió la siguiente cronología conocida:
En 21 de julio de 1804, se redactó una "Memoria histórica sobre la fundación de las murallas de Cádiz".y el 4 de agosto de este mismo año, se sacó un "Resumen de la memoria histórica sobre las murallas del Vendaval".
En el plano núm. 376 de la Comandancia de Ingenieros de Cádiz, del año 1806, se describen las obras realizadas en Sancti-Petri.
El 15 de marzo de 1807 se eleva al Ministerio un "Informe sobre la conservación y utilidad de los castillos del Espíritu Santo y Almadraba" de la costa atlántica de Rota a la barra del Guadalquivir; y una "Memoria sobre la batería provisional de dicha Almadraba".
y el mismo año se levantó el plano núm. 118 de la Bahía de Cádiz, desde punta Candor hasta el Río Sancti-Petri.
El 22 de enero de 1809, se llevó a cabo un reconocimiento de la zona recorrida por el río Sancti-Petri, por el Mariscal de Campo, Ingeniero en Jefe de la Plaza de Cádiz, don José del Pozo, ya citado; su subalterno don Francisco Hurtado, -de nuevo en acción con otro compañero; el Brigadier-Coronel del Real Cuerpo de Artillería del Ejército, don José Calvo de la Cantera, a la sazón comandante jefe de la Artillería de la plaza de Cádiz; y el Capitán de navío don Francisco Antonio Mourelle, comandante de las fuerzas sutíles de la bahía y vocal por parte de la Marina de la Junta de Defensa, y convinieron: "en que desde luego se montaran en las explanadas de la parte del Este de la entrada del Puente de Suazo y baluartes exteriores, 24 cañones del calibre de a 24, colocando en paraje oportuno a su inmediación los útiles y pertrechos correspondientes a su servicio".
Don Francisco Mourelle, hizo ver al Presidente y vocales de la Junta que:
"Convenía desmantelar la artillería de Matagorda y Fort Luis, y aún su destrucción en el último recurso, a fin de impedir que el enemigo se hiciese dueño de aquel paso importante, que sin duda debía ser protegido por alguno o algunos navíos de guerra que impidieran al enemigo instalarse en él y su fortificación en dichos puntos, y que habiendo hecho presente el Sr. Comandante de Artillería que en el Parque de aquella Plaza, no había cureñas de Ejército, convenía que se franquearan del Arsenal los antedichos veinte y cuatro cañones con cureñas y útiles de Marina" .
El 12 de abril de 1809 se levantó el Plano núm. 379 de la costa Sur de la Isla de Cádiz.
Después se levantó el núm. 182, del estado en que se hallaba en el día 8 de novi mbre de este mismo año de 1809, la Cortadura de San Fernando. Cosa que se repitió en 1810; lo que denotaba el interés por esta fortaleza que fue levantada, colaborando en su obra, personalmente toda la población civil de la plaza, incluso las Orde nes Religiosas; hecho que perpetúa una lápida en la que reza:
"Esta obra se hizo a presencia de las huestes enemigas" "Esta obra se concluyó en los mayores conflictos de la Patria" "Ella es un eterno monumento del patriotismo de Cádiz".
Ahuyentado el Marqués de Villel, de Cádiz, por la cólera del populacho, se constituyó en la ciudad en enero de 1810 una Junta compuesta de 18 personas para atender a las obras de defensa que se levantaban en esta Isla, y entroncado este hecho con la resolución de la Junta Central de trasladarse a la Isla de León, dejando el mando y nombrando un consejo de regencia que la reemplazase, en 29 de dicho mes de enero, fueron elegidos regentes, entre otros: el General don Francisco Javier Castaños e Iragorre, por el ejército de tierra, y el Teniente General de Marina don Antonio Escaño y García de Cáceres, por la Marina.
En este mismo mes de enero de 1810, se hacían desde Sevilla unas "reflexiones sobre la defensa de Cádiz en las circunstancias del momento". Se pintaba al enemigo como audaz, "feroz e inhumano", pero al mismo tiempo, activo y con conocimientos prácticos y especulativos para no detenerse en los medios de destrucción y asolamiento, necesarios para conseguir su objeto. Se consideraba a la cortadura de San Fernando como obra incompleta y de irreflexiva confianza para los habitantes de Cádiz, que la veían como un baluarte inexpugnable, pero que" empezada hacía ya mucho más de un año y después de muchos millones gastados aún no estaba a la mitad de su trabajo". Opinaban que "obras de esta clase o se les debía dar una importancia absoluta o era preciso asegurar su defensa de modo que por su pérdida no quedase abatida aquella fuerza moral de opinión entre la muchedumbre". Y terminaban llevando el ánimo a considerar que si el enemigo llegara a enseñorearse de la bahía con cañoneras y otras embarcaciones menores armadas, no sólo cabría la posibilidad de ataques sobre la Cortadura y sobre Puntales, sino desembarcos sobre el arrecife Cádiz-San Fernando, que provocarían el derrumbamiento del sistema defensivo montado sobre la Isla de León y con ello la Plaza de Cádiz resultaba fácil presa para este audaz enemigo.
"Las lanchas y demás medios de ataque por mar sólo se contrarrestan con un arma de la misma especie" y por ello se juzgaba "que sin perder momento se debían alistar todos los barcos menores dedicados al cabotaje, añadiéndolos a las lanchas ya armadas", organizando así una fuerza sutíl eficiente para" contrarrestar a un enemigo en los últimos esfuerzos de su encono y de su rabia contra una resistencia que jamás creyó y que en los siglos por venir apenas podrá concebirse por los que lean los sucesos y mediten las circunstancias en que el valor español arrostó el poder colosal del mayor de los tiranos".
Estas reflexiones, sin firma, fueron remitidas a don Antonio Escaño, en 13 de enero de 1810, por don Francisco de Saavedra.
Desde el 15 de noviembre de 1808, fecha de la ruptura con Francia, había que prevenirse para que no se cumpliera el aforismo, citado, de que "las plazas marítimas se toman por tierra". La fortificación que había de oponerse a un ejército como el de N apoleón y sin escuadra, tenía que reunir características distintas a la que constituía una organización permanente "mirando al mar", ya que la desventurada acción de Trafalgar (21 de Octubre de 1805) y la alianza con el Inglés, hacían variar rotundamente la situación y el ataque había que esperado principalmente, por el frente de tierra.
El Teniente General de Marina don Antonio de Escaño, conocedor, seguramente, de las reflexiones hechas por el inteligente ingeniero don Antonio Hurtado, y del informe presentado por el mismo, en 23 de junio de 1803, para defender la ciudad y puerto de Cádiz, comprendió lo mismo que él la importancia que tenía la Isla de León (San Fernando) y La Carraca y de que la defensa de Cádiz en la posibilidad de un ataque por tierra, estaba en el caño de Sancti-Petri.
"Adoptando la hipótesis de Escaño, no sólo se aprovechaba el terreno para el combate,. sino que se conservaba el Arsenal de La Carraca fácilmente convertible en fortaleza y con todos sus elementos de construcción, armas y pertrechos".
"Por el frente de tierra, disponía Cádiz de varios muradales: El frente abaluartado sistema Vauban, que obligaba a un enemigo que llegase ante él, a practicar los trabajos de un ataque "Industrial", con sus lentos procedimientos; el Castillo de la Cortadura, que actuaba de barrera avanzada; poco después el "corte" del río Arillo, con la batería de Torregorda; y finalmente, la "Isla de León".
(IJ.-Ohanos.- Documento núm. 4. (Pág. 177J.
Esta Isla de León, convertida en zona fortificada y con un foso natural tan formidable como el río Sancti-Petri, obligaba al sitiador a colocar sus baterías en la imposibilidad de hacer daño a la población; es evidente que, si esa zona exterior estaba ocupada por terreno inabordable, que a modo de campo fortificado, lo constituye la formidable red de salinas surcadas tan sólo por estrechos senderos, el objeto de la defensa se conseguía más fácilmente.
Por otra parte, si las obras exteriores se colocaban hábilmente, no sólo alejarían los proyectiles de la población civil, sino que atraerían sobre ellas el fuego de la artillería enemiga, no sólo sobre guarniciones más aptas para resistir el bombardeo que una población civil amurallada, sino que estas mismas guarniciones, amparadas en aquellas obras, podrían maniobrar amparadas por ella estorbando los trabajos de los sitiadores, obligándo1es a estar en constante alarma y a extender sus líneas de un modo considerable.
En esta disposición, el sitiador sólo podía asentar sus baterías en la costa de la Bahía desde Rota a Puerto Real, y después a prudente distancia del caño de La Carraca, Puente de Suazo y SanctiPetri, todas ellas demasiado alejadas para causar daños de importancia en la población civil" (1).
La presencia de los franceses en Sevilla, decide por fin a la Junta de Cádiz, a pedir socorros a lord Wellington antes de la venida del duque de A1buquerque a la Isla. En la bahía la escuadra inglesa tenía tropas de desembarco y en diferentes ocasiones habían solicitado los ingleses guarnecer a Cádiz.
El Almirante Purvis, al ver que los franceses se acercaban y que nada se disponía para destruir el fuerte de Santa Catalina del Puerto de Santa María, desde donde tanto daño podrían ocasionar los enemigos a Cádiz y a las escuadras, puesto que su defensa no era posible, había manifestado al General Venegas la necesidad de volar aquella fortaleza o de inutilizar su artillería. D. Francisco Javier Venegas, a la sazón Capitán General de Andalucía, en Cádiz, había autorizado el 26 de enero de 1810 al almirante inglés para que enviase marineros de su nación con este objeto.
(l).-Quintero y Atauri,- "El Sitio de Cádiz",- Pág. 88.
Esta Isla de León, convertida en zona fortificada y con un foso natural tan formidable como el río Sancti-Petri, obligaba al sitiador a colocar sus baterías en la imposibilidad de hacer daño a la población; es evidente que, si esa zona exterior estaba ocupada por terreno inabordable, que a modo de campo fortificado, lo constituye la formidable red de salinas surcadas tan sólo por estrechos senderos, el objeto de la defensa se conseguía más fácilmente.
Por otra parte, si las obras exteriores se colocaban hábilmente, no sólo alejarían los proyectiles de la población civil, sino que atraerían sobre ellas el fuego de la artillería enemiga, no sólo sobre guarniciones más aptas para resistir el bombardeo que una población civil amurallada, sino que estas mismas guarniciones, amparadas en aquellas obras, podrían maniobrar amparadas por ella estorbando los trabajos de los sitiadores, obligándoles a estar en constante alarma y a extender sus líneas de un modo considerable.
En esta disposición, el sitiador sólo podía asentar sus baterías en la costa de la Bahía desde Rota a Puerto Real, y después a prudente distancia del caño de La Carraca, Puente de Suazo y SanctiPetri, todas ellas demasiado alejadas para causar daños de importanciaen la población civil" (1).
La presencia de los franceses en Sevilla, decide por fin a la Junta de Cádiz, a pedir socorros a lord Wellington antes de la venida del duque de Albuquerque a la Isla. En la bahía la escuadra inglesa tenía tropas de desembarco y en diferentes ocasiones habían solicitado los ingleses guarnecer a Cádiz.
El Almirante Pui"vis, al ver que los franceses se acercaban y que nada se disponía para destruir el fuerte de Santa Catalina del Puerto de Santa María, desde donde tanto daño podrían ocasionar los enemigos a Cádiz y a las escuadras, puesto que su defensa no era posible, había manifestado al General Venegas la necesidad de volar aquella fortaleza o de inutilizar su artillería. D. Francisco Javier Venegas, a la sazón Capitán General de Andalucía, en Cádiz, había autorizado el 26 de enero de 1810 al almirante inglés para que enviase marineros de su nación con este objeto.
El Teniente General de la Armada don Ignacio María de Alava, con cuyo acuerdo debía procederse, había ordenado al Capitán de fragata don Luis Coig, desmontar la artillería de dicho Castillo de Santa Catalina, con el objeto de que embarcadas en los lanchones que estaban preparados para conducirla, sirviese en la Cortadura de San Fernando de la Plaza de Cádiz. Pero Purvis, atendiendo sólo a la autorización otorgada, había enviado en tres botes 50 marineros y algunos oficiales, que quemaron todo el cureñaje y carros, inutilizaron con clavos arpados de acero la artillería, destru. yeron el herraje y las explanadas de los morteros, y arrojaron al agua los cañones más pequeños. Mientras un oficial y dos marineros desembarcaron en el Puerto y clavaron 7 cañones que estaban en el Vergel. Al día siguiente fue desmantelado el repetido fuerte de Santa Catalina, porque el Ayuntamiento de Cádiz que había oído las razones de Morla, tomó con tiempo la resolución de inutilizar ésta y otras fortalezas de la Costa desde las que el enemigo apoderado de ellas pudiese molestar con sus fuegos a las naves españolas que cruzasen y permaneciesen en la Bahía, toda vez que los franceses no poseían ya el dominio del "mar.
El 2 de enero de 1810, había sido nombrado Vocal de la Junta de Gobierno, seguridad y defensa de la Isla de León, el ilustre General de Marina, don Diego de Alvear y Ponce de León, que tanto se distinguió durante la rendición de la escuadra francesa de Rosilly, en la organización de líneas de baterías costeras, en lugares estratégicos de la Isla.
Brigadas de obreros, trabajaron bajo sus órdenes, en montarlas en el Arsenal, en -el Puente de Suazo, Lazareto, Casería de Ocio o provisión de víveres, Punta de la Cantera y Almacenes de Fadricas, recibiendo nombres distintos; y así quedaron, entonces, habilitadas las baterías del Angulo, del Parque, de San Carlos, de San Antonio, de San Fernando, del Muro, de Fadricas, etc., que después fueron abandonadas.
Su primer cuidado en esta ocasión, fue la defensa del Puente de Suazo, cuya "Cabeza" artilló en el orden siguiente:
Baluarte de San Pedro: 4 cañones de a 24; 5 de 16; y 3 de a 8; en total 12 piezas.
Id. de San Pablo: 9 cañones de a 16; y 2 de a 8; en total 11 piezas.
Reducto de la Concepción: 4 cañones de 24; y 1 obús de a 9, en total 5 piezas.
Reducto de Santiago: 4 cañones de a 24; en total, 4 piezas.
Reducto de San Ignacio: 9 cañones de a 12; total 9 piezas.
Batería de San Francisco, después "nueva de Albuquerque": con 4 cañones de a 12; total, 4 piezas; y Batería del Angulo: con 4 cañones de a 16; en total 4 piezas.
Sumaba este artillado: 49 piezas. Pero como a él se añadieron las obras de las baterías del Salero de Santiago; Portazgo; Daoíz; Velarde; y de la Trinidad, cuando Albuquerque llegó a la Isla de León, y creyó que la artillería de la cabeza del Puente era insuficiente para oponer resistencia a un ejército como el francés con 40.000 hombres, todas estas baterías fueron artilladas aceleradamente por la labor de Alvear y la de Uriarte, haciendo alcanzar la cifra de 103 piezas, entre cañones y obuses.
FUENTES:
-Biblioteca Central Militar.- "Catálogo General de Documentos".- Doc. 4.034. Signatura 3.5-6-2.
-Biblioteca Central Militar.-"Catálogo General de Documentos" Doc.4.026
-Archivo Histórico Militar.- Signatura 3-5-5-9.
-Manzano Martos(Rafael), Arquitectura de Ciudades de interés Artistico del Ministerio de la Vivienda.-"El Castillo de San Romualdo, en San Fernando, Cádiz".- Madrid, junio de 1963
- Clavijo y Clavijo(Salvador) "La ciudad de San Fernando".
-I.J.Ohanos, Documento,4 pag. 177.
-Quintero y Atauri.- El Sitio de Cádiz, pag 88

viernes, septiembre 29, 2006

Dos años para la conquista de Méjico, diecisiete para la de Chile

a conquista de Méjico por Hernán Cortés había durado dos años, desde 1519 a 1521. Francisco Pizarro había desembarcado en Túmbez, al Sur del Ecuador, en 1531 y en 1533, la ejecución del lnca Atahualpa había señalado espectacularmente la caída del Imperio de Cuzco. Tanto en el Perú como en Méjico! había, pues, bastado con dos años solamente para domeñar a las dos civilizaciones precolombinas más prestigiosas. Pero para la conquista total de Chile, hicieron falta no menos de diecisiete.
Los araucanos, a pesar de ser infinitamente más toscos y atrasados que los aztecas o los incas, se aferraron a aquella línea sagrada del Bío-Bío con una determinación y un valor que pasmaron e irritaron a los españoles. Valdivia pagó la conquista con su vida. Hecho prisionero por su antiguo paje araucano Lautaro, convertido en caudillo guerrero, fue despedazado vivo por sus vencedores. En realidad, la resistencia araucana no concluyó más que a mediados del siglo XIX. Y todavía cabe considerar, con los etnólogos, que el alcohol y las enfermedades acabaron por contribuir mucho más a la relativa pacificación del altivo pueblo araucano que las operaciones militares dirigidas contra ellos.
Hoy deben quedar en Chile más de doscientos mil araucanos puros. Teóricamente tienen los mismos derechos y los mismos deberes que los demás ciudadanos. Alrededor de Temuco, siguen viviendo en chozas de hojarasca y sus jefes consuetudinarios velan por el mantenimiento de las tradiciones. Incapaces de subsistir sobre las tierras que les han sido reservadas, suelen contratarse como criados en las ciudades o van a trabajar a las minas de cobre y de nitrato.
Este episodio de la conquista tal vez no merecería tanto desarrollo si no fuese evidente que algo de la altivez y de la rudeza de los araucanos ha pasado a la sangre de los mestizos chilenos que representan más del 60 por 100 de la población. Este rasgo es, pues, esencial. Permite como prender y explicar muchas peripecias de la política chilena contemporánea.
Los más grandes escritores chilenos, Pablo Neruda y Gabriela Mistral (que le valió a Chile el primer premio Nobel concedido a América Latina) han bebido deliberadamente en las fuentes incas para cantar lo que ellos consideran como los matices más auténticos de su patria. Este retorno al indigenismo no es sólo chileno. Desde Méjico a Santiago, pasando por Guatemala y por Quito, corresponde a una profunda tendencia de los intelectuales latinoamericanos.
Pablo Neruda, soberbiamente instalado en esos tiempos primitivos en los que "el hombre fue tierra, vaso, pálpito del barro tembloroso, forma de arcilla, jarra caribe, piedra chibcha o silicio araucano", subió hasta las misteriosas y fascinadoras ruinas de Machu Picchu, cerca de Cuzco, para descubrir la grandeza y la miseria del pueblo, indio. Su grito de impetuosa rebeldía es un eco del guatemalteco Miguel Angel Asturias.
Uno y otro han contribuido y siguen contribuyendo a inspirar a batallones enteros de jóvenes revolucionarios, idealistas y entusiastas. Lo cual es tanto más cierto, cuanto que Santiago de Chile, una de las metrópolis intelectuales de América Latina; es también una ciudad-refugio. En el transcurso de la primera mitad del siglo XIX, fue a Santiago adonde Sarmiento, el poeta filósofo argentino, vino a buscar asilo huyendo de la tiranía del Dictador Rosas.
Y su ejemplo ha sido seguido en el siglo xx por directivos venezolanos, como Gallegos; guatemaltecos, como Arévalo; o peruanos, como Haya de la Torre y Seoane, cuando se vieron obligados a huir de sus países, gobernados por respectivas bandas militaristas.
La conquista de la independencia por los chilenos, al comienzo del siglo XIX, se parece, naturalmente, a la de las demás Repúblicas suramericanas. Pero quedó sellada
por ese escenario geográfico de tan particular grandiosidad. El Ejército que San Martín había reunido y preparado cerca de Mendoza, en 1817, contaba cuatro mil hombres. Pero logró cruzar los puertos de la Cordillera, atravesando por abruptos caminos de mulas y en un orden tan impecable, que su famosa escalada ha sido siempre cantada con particular lirismo por los historiadores de la independencia.
San Martín había fijado en dieciocho días el mínimum de tiempo necesario para el paso de los hombres, de los caballos y de la artilleria. Y exactamente dieciocho días después de la partida de la primera columna, mandada por el General Las Heras, se encontraba el grueso de su Ejército en la cita señalada en el valle del Aconcagua. El 5 de abril de 1818, la batalla de Maipú duró seis horas. Terminó con la muerte de dos mil soldados y consagró la independencia de Chile "separado para siempre de la Monarquía de España". Tan sólo el archipiélago de las islas Chiloé, fácilmente defendible, resistió obstinadamente durante algunos años.
A primera vista, nada predisponía a que el País del fin del mundo se convirtiera en un Estado armonioso y vigorosamente centralizado. Sin embargo, y es otra paradoja, eso es lo que ha sucedido. Pues Chile, que, de todas las naciones suramericanas, es la que geográficamente está más alejada de Europa, es también la que resulta más cercana de ella por su corazón, su interés y, sobre todo, por su evolución política.
Su historia reciente es relativamente sencilla y no se encuentra en ella esa larga sucesión de golpes de Estado que han trastornado la vida política de varios de sus vecinos. Su enloquecida geografía ha hecho nacer una política prudente. Después de las dos dictaduras de los Generales
O'Higgins y Freyre, los períodos presidenciales, primero de diez y luego de cinco años, han dado a Chile, a partir de 1830 y durante un siglo, el apacible ritmo de una nación que, al parecer, ha superado las enfermedades infantiles de la independencia.

Paraguay,veintidós presidentes en treinta y un años

n Asunción, los liberales habían estado ya en el Poder desde 1904 a 1931, y luego, de nuevo, en 1937. Pero sería un error creer que el comienzo del siglo xx hubiera sido tranquilo en Paraguay. En realidad, en treinta y un años, hay no menos de veintidós nombres en la lista de los Presidentes, que se sucedieron, con diversa fortuna, a la cabeza del pueblo paraguayo. Uno de ellos no estuvo más de veintiún días en el palacio presidencial y otro cincuenta y tres. Durante aquel mismo período, tan particularmente agitado, la media de duración presidencial fue de diecinueve meses.
Durante catorce años, el estado de sitio no se abrogó en la práctica. Tampoco los hombres que vinieron al Poder tras el desastre de la Guerra del Chaco atestiguaron preocupaciones mucho más democráticas. El primero de esta lista llevaba un nombre predestinado: era el Coronel Rafael Franco. Proclamó que su golpe de Estado se basaba en los mismos principios que inspiraban a las naciones totalitarias europeas. Verdad es que, casi en el mismo momento, Getulio Vargas creía estar en la línea de la Historia proclamando el Estado Nava en Brasil, y que Perón hacía su aprendizaje fascista en las misiones militares argentinas de la Italia mussoliniana. El General Estigarribia, que se había cubierto de gloria contra los bolivianos durante la Guerra del Chaco, le sucedió en 1939. Estigarribia se apresuró a crear un Consejo de Estado en el cual entraron oficiales, clérigos y representantes de la industria y del comercio conforme a métodos inspirados en el corporatismo fascista. Pero un mes después de la promulgación de la nueva Constitución, Estigarribia, promovido a mariscal, murió en un accidente de aviación. Su Ministro de la Guerra, el General Moriñigo, subió naturalmente un peldaño en la jerarquía gubernamental y dirigió a su vez los destinos de Paraguay durante siete años, con un puño cuyo vigor nada tenía que envidiar a sus predecesores. Hizo plebiscitar la Constitución de 1940, que es considerada como la más corta de toda América Latina. Según los términos de esta Constitución, el Presidente elegido por cinco años es, al mismo tiempo, Jefe del Gobierno, Comandante en Jefe de las fuerzas armadas, y dueño de la justicia y de la Iglesia. Tiene también el derecho de vetar las leyes aprobadas por una Cámara de cincuenta diputados. En 1945, Moriñigo decretó la disolución de los Sindicatos. Sus leaders habían decidido protestar contra una ley que los situaba bajo el control directo del ..Gobierno. Y de la noche a la mañana, quedó interrumpida la modesta vida sindical de Paraguay. Sin embargo, en 1947, el Dictador tuvo que afrontar varios levantamientos, que parecían destinados al fracaso y que degeneraron en una verdadera guerrilla que se mantuvo varios meses contra las tropas regulares. La represión fue despiadada y el número exacto de las víctimas jamás se ha sabido con certidumbre. Moriñigo innovó, hizo instalar a toda prisa campos de concentración en las inhóspitas llanuras del Chaco, y deportó allí a centenares de estudiantes que habían inspirado y muchas veces dirigido la rebelión. Luego cerró el legajo "represiones" y abrió otro, titulado "obras públicas". Pues Moriñigo no escapó a esa señalada propensión de todos los dictadores de América Latina, consistente en iniciar planes trienales o quinquenales para perpetuarse en mármol, en presas, o en líneas ferroviarias. Supo también olfatear el nuevo viento que soplaba sobre Asunción. A decir verdad, era éste una brisa, todavía ligera, que hacía ondear los colores del Partido colorado, apartado de las cargas del Poder desde hacía catorce años. Moriñigo creyó hábil favorecer dicha corriente y no se opuso a la elección para la Presidencia de un leader colorado valiente y talentoso, el escritor Natalicio González. Después de la victoria de González, una multitud de más de cincuenta mil campesinos invadió las perfumadas plazas de Asunción y organizó farándulas bajo los balcones de la Presidencia. Era éste un espectáculo nuevo en Paraguay. Había de ser breve. Pues investido el 15 de agosto de 1948, Natalicio González fue derrocado el 20 de enero siguiente. Aquel poeta era un político idealista que soñaba con mejorar la suerte de los campesinos y con liberar a su país de la tutela económica que, de hecho, venía ejerciendo Argentina. Prometió una reforma agraria y decretó la construcción de una flota mercante nacional. Lo cual era declarar la guerra al mismo tiempo a los ricos propietarios agrícolas y a los peronistas. Los complots contra el Gobierno González se multiplicaron y cada vez era más evidente que los agentes peronistas desempeñaban en ellos un papel decisivo. El golpe de gracia fue asestado en dos veces. El primer putsch fracasó, pero el segundo triunfó. Natalicio González tuvo que refugiarse en la Embajada de Brasil y pedir un salvoconducto para abandonar su país. Perón había ganado. Cuando Federico Chaves, sucesor de González, tomó posesión oficialmente de la Presidencia, un solo Embajador asistió a la ceremonia y era el de la República Argentina.
Chaves esbozó una política de abierto acercamiento con la Argentina de Perón. Incluso se dirigió con gran pompa a Buenos Aires, para ponderar los méritos del justicialismo y hacer juramento de vasallaje a la pareja Juan-Evita por entonces triunfante. El lirismo de los discursos pro-argentinos de Chaves empezó a decaer en el momento en que la estrella del Coronel Perón iniciaba el descenso de su curva sobre las orillas del Río de La Plata. Pero el Ejército paraguayo decidió intervenir sin esperar siquiera la previsible desaparición del Dictador argentino. Chaves fue derribado por un pronunciamiento el 5 de mayo de 1954. Fue aquello una aldabada para Perón. La caída de su entusiasta admirador de Asunción anunciaba su propia derrota. Un General sucedió a Chaves. Su nombre era todavía desconocido: Alfredo Stroessner. Siete años después de estos acontecimientos, sería exagerado afirmar que la personalidad del General Stroessner es mejor conocida. Por comodidad se le asoció primero a los dictadores que todavía se mantenían en el resto del Continente, a Batista, a Pérez Jiménez, a Somoza y a Trujillo. Pero el círculo de familia de los caudillos clásicos se ha restringido singularmente en el curso de los últimos años, y Stroessner está a punto de conquistar un título poco envidiado: el de último dictador de América Latina. El aislamiento de Paraguay, sin embargo, es tal que el Régimen Stroessner prosigue su curso en medio de una indiferencia casi general y tras impenetrables murallas de silencio.
Marcel Niedergang

CUERPO DE MILICIAS URBANAS HONRADAS DE LA ISLA DE LEON

l 26 de Septiembre se crearon dos "Compañías de Voluntarios Artilleros" .
Y por acuerdo de la Junta Superior de Gobierno de 3 de octubre y aviso del 4, se crearon dos "Batallones Voluntarios de Cazadores", que se organizaron el 23 de noviembre con cinco compañías cada uno, quedando tanto éstos como los de Línea, comprendidos en el Reglamento General de Milicias del Reino, de 22 de aquel mes y año, bajo el concepto de "Milicias honradas de Cádiz".
El 15 de octubre de 1808, se nombraba Coronel y Comandante General del "Cuerpo de Milicias urbanas honradas de la Isla de León" al Comandante General de Marina del Departamento de la Real Isla de León y Vocal honorario de la Suprema, don Juan Joaquín Moreno, Presidente de la Junta de Gobierno de esta Villa; y el Cuerpo quedó subordinado a una "Plana Mayor" recién creada, constituída a base de Marinos de la Real Armada, casi en su totalidad, cuyo Coronel-Comandante, el Capitán General, don Juan Joaquín Moreno, citado, dejaba firmada, en 6 de Diciembre de 1808 la relación de sus Jefes y Oficiales, que habrían de llevar el uniforme elegido, que se componía de las siguientes prendas y distintivos: (2).
-Chaqueta o casaca corta. Pantalón de paño pardo.
-Solapa y vuelta de paño azul celeste y vivo blanco.
-Sombrero redondo de copa alta (con escarapela y, mazorquilla roja y chapa plateada, con las iniciales de "Defensores de la Real Isla de León por Fernando VII" entre dos palmas y corona en alto.
-Canana y su pendiente para bayoneta.
------------------------
(1).-Pérez Moris (José).- "Memorias de un Militar". ("El Capitán Sevilla"). Puerto Rico, 1887.
Págs. 33 y 34.
(2).-Clavljo y Clavijo (Salvador).- "La Ciudad de San Fernando". Págs. 425 y 426.

El pleito sucesorio. La boda clandestina de los Reyes Católicos

sabel, hermanastra del rey de Castilla, Enrique IV, fue proclamada heredera de aquel reino en el tratado de los Toros de Guisando (1468), forzado por la presión de los grupos nobiliarios, en detrimento de la supuesta hija del monarca, doña Juana, llamada la Beltraneja. Pero Isabel quedaba obligada por aquel pacto a no contraer matrimonio sin autorización de su hermano el rey, que aspiraba a casarla, por razones políticas y diplomáticas, con el monarca portugués, Alfonso V. Este enlace luso-castellano, aunque contaba con simpatías en la corte y entre los principales consejeros de Enrique IV, no garantizaba, sin embargo, la unión de Castilla y Portugal, puesto que el reino vecino ya tenía heredero. Isabel, pensando según sus defensores en una solución política de más amplias perspectivas, o por motivos personales según otros, prefería casarse con el príncipe aragonés Fernando, hijo de JuanII y heredero del trono.
Dos partidos, uno portuguesista, otro aragonesista, dividieron Castilla durante los últimos años del reinado de Enrique IV. La princesa Isabel parece juguete de las intrigas de unos y otros, pero en el fondo da siempre la impresión de que sabe lo que quiere, y de que, pese a sus diecisiete años, tiene las ideas muy claras. Fue necesaria una complicada intriga para llegar a un acuerdo con los aragoneses, a espaldas del rey. Juan II, el aragonés, mostró por su parte una habilidad suprema. El matrimonio entre Fernando e Isabel se celebróen Valladolid, a fines de 1469, sin permiso ni conocimiento de Enrique IV, que se encontraba en Toledo. Aquella boda precipitada y casi clandestina ponía los cimientos de la moderna España en forma de la futura unión Aragón-Castilla, dejando a Portugal al margen; pero al conculcar una de las cláusulas del tratado de los Toros de Guisando, ponía en entredicho los derechos de Isabel al trono. Enrique IV, en cuanto conoció lo sucedido, desheredó a su hermanastra y proclamó sucesora de nuevo a doña Juana; aunque, débil como siempre, no se atrevió a ir contra el joven matrimonio, que siguió residiendo en la cuenca del Duero, zona donde predominaba la clase media y artesana, en tanto que él se movía por la meseta Sur y Andalucía, donde predominaba la nobleza.

UN LARGO Y SORPRENDENTE PASADO DE SANGRE Y DE DOLORES-URUGUAY

ero antes de ser la democracia testigo de la América del Sur, Uruguay atravesó por pruebas que le dan lo que nadie sospecharía, es decir, un largo pasado de sangre y de dolores. En los primeros años de la colonización, ni en Uruguay, ni en Argentina, se preocupaba nadie de reclamar la tierra. Los rebaños eran de quien quería cogerlos. Y las bandas rivales de gauchos y de pastores peleaban entre sí, antes de alistarse indiferentemente al servicio de los españoles o de los portugueses.
Montevideo fue fundado en 1728. El constante avance de los portugueses, que bajaban del Norte, obligó a los españoles a encontrar un emplazamiento en la orilla norte del estuario del río de La Plata, para construir allí una fortaleza. El lugar escogido era notable. Lo ha seguido siendo. Un cinturón de colinas protege, en efecto, el abrigadísimo puerto de Montevideo.
Durante mucho tiempo, Uruguay fue un Estado-tapón, objeto de las codicias concurrentes de Brasil y de Argentina. En 1810, recién proclamada la independencia argentina, los uruguayos emprendieron una larga lucha que duró veinte años para hacer que sus derechos fuesen reconocidos por aquellos excesivamente poderosos vecinos suyos que consideraban a la "Banda oriental" como parte integrante de su territorio. Desde 1811, Montevideo fue ocupado por las tropas españolas, encargadas de restaurar la autoridad de la metrópoli en los países sublevados de La Plata. La ciudad dobló la cerviz, pero la pampa se rebeló incitada por José Artigas. Era éste un simple oficial del cuerpo de aquella milicia, cuyo papel se limitaba modestamente a una tarea de policía rural. En febrero de 1811, Artigas reunió a su alrededor un centenar de milicianos y de gauchos, reforzados muy pronto por los voluntarios que acudieron de todas las provincias. Un primer combate contra las tropas reales se produjo en Las Piedras, en mayo de 1811. Y, de la noche a la mañana, el victorioso Artigas ascendió al difícil rango de Libertador. Tras haber luchado contra los españoles con la ayuda de los argentinos, tuvo que plantar cara contra éstos, que no consideraban sin reservas una eventual secesión de la Banda oriental. Una vez rechazadas las aspiraciones argentinas, tuvo que combatir también las pretensiones portuguesas. Aquel infatigable luchador, constantemente hostigado en dos frentes, aquel enemigo de las medidas incompletas, era la antítesis de un diplomático. Vencido y refugiado en Paraguay, vivió allí miserablemente durante treinta años antes de morir olvidado y casi renegado. El moderno Uruguay le ha hecho justicia.
Ocho años después de la marcha de Artigas para un destierro definitivo, los uruguayos obtuvieron por fin su independencia política, pero ello sucedió en parte gracias a una intervención británica que recomendó tanto a la Argentina como a Brasil que admitiesen la existencia de aquel país indomable. Desde 1843 a 1851, Montevideo fue comparado por los románticos europeos a una nueva Troya. La ciudad padecía el sitio dirigido por las tropas del dictador argentino Rosas por cuenta del General uruguayo Oribe. Garibaldi se enardeció por esta epopeya y desembarcó en Uruguay a la cabeza de una legión de seiscientos hombres. La Troya uruguaya acabó por triunfar, dando así un mentís a los aficionados a unas analogías históricas demasiado concretas. Los bandos rivales uruguayos fueron bautizados en aquella época. Pues los sitiados lucían una cinta roja y los sitiadores otra cinta blanca. La lucha entre los Partidos blanco y rojo no ha cesado hasta hoy. Pero se trata de un duelo que ha ido haciéndose cada vez más cortés y que, desde hace más de cincuenta años, incluso es puramente verbal. El fraccionamiento reciente de los Partidos en varias tendencias (o, como se dice en Montevideo, en varias listas: lista 14, lista 15) y la aparición de movimientos clásicos, como el Partido Socialista, no han modificado seriamente el escenario político uruguayo. Sin embargo, los comunistas han concentrado desde 1958 todos sus esfuerzos en los Sindicatos y en la Universidad. Y la defensa del régimen fidelista de La Habana es un tema que permite congregar a numerosos simpatizantes entre los estudiantes y la clase obrera.
Ante la sorpresa general, el Partido blanco salió vencedor en las últimas elecciones de 1958. El Partido colorado (rojo) estaba prácticamente en el Poder desde hacía noventa y tres años y tuvo así que ceder, por primera vez desde hacía casi un siglo, esos seis puestos que, entre los nueve del Consejo Nacional de Gobierno, están reservados obligatoriamente al partido mayoritario. El creciente malestar económico, la carestía de la vida, algunos síntomas de desorden administrativo, y una epidemia de huelgas absolutamente desacostumbrada fueron otras tantas razones banales que se dieron en 1958 para explicar aquella repentina derrota de los rojos, aun cuando no se hallase consolidada sino por menos de cien mil votos de diferencia. En realidad, el trastorno ha sido mucho menos considerable de lo que los uruguayos fingen creer. Los blancas y las rojos se oponen, sobre todo, por tradición y por costumbre. Los blancos son, sin duda, más conservadores y más hostiles a la economía dirigida. Los rojos propenden más a comerciar con todo el mundo, incluidos los rusos. Pero está totalmente excluido que los blancos pudieran volver a discutir las notables leyes sociales de Uruguay. Y, efectivamente, nada de eso ha sucedido. Pues, en fin de cuentas, no hay más diferencia entre blancos y colorados, uruguayos, que entre republicanos y demócratas en los Estados Unidos.
Para comprender a Uruguay, ha de imaginarse primero una Francia que tuviera una cabaña de treinta millones de bueyes o de vacas, y el doble de ovinos. Ha de seguirse suponiendo que el país fuese atravesado cada día por centenares de trenes de ganado que vinieran de todas las provincias y que terminasen to.das en el puerto de Marsella, por ejemplo. Vender carne y exportar lana: estos dos imperativos condicionan, en realidad, la vida profunda de Uruguay. Benito Nardone, a quien todo el mundo llama Chicotazo, ha esbozado una política económica deflacionista destinada a detener la crisis. Nardone, único miembro independiente del Consejo de los nueve, tiene los movimientos más libres después de la muerte de Herrera (leader del Partido blanco) y del retiro, por razones de salud, de Battle Beres (leader de los rojos). Pero a pesar de sus modales "de hombre fuerte" del Consejo, le es menester tener en cuenta el parecer de los otros ocho miembros. Y así, mientras el 35 por 100 de los electores no haya aprobado una reforma de la Constitución que implique un retorno al régimen presidencial, Uruguay tiene una buena oportunidad de seguir siendo esa perla que hasta el momento actual ha escapado a la codicia de los dictadores.

Dom Pedro II-BRASIL

l primer brasileño que sacudió las cadenas, a decir verdad, bastante ligeras de la metrópoli, fue un sacamuelas, aquel peludo, barbudo y audaz Tiradentes, que murió descuartizado en una plaza pública de Río, en 1792. Tiradentes, cuyo verdadero nombre era Xavier da Silva, promovido hoy al rango de héroe nacional y modelo de los estatuarios municipales, sólo se hab{a anticipado algunos años.
Cuando llegó el tiempo de Bolívar y estalló la rebelión de las colonias contra Madrid, Brasil dio prueba de su paciencia y de su sabiduría. En el momento en que los Gobernadores españoles empezaron a ser expulsados por los Libertadores, la Corte de Lisboa vino, por el contrario, a refugiarse en Río de Janeiro para escapar de-las tropas napoleónicas, mandadas por Junot, que se aproximaban a las orillas del Tajo.
En un abrir y cerrar de ojos, la instalación de la Monarquía portuguesa en el violento marco de Río, hizo ascender a Brasil al rango de Potencia de pleno derecho. Las querellas internas se apaciguaron y los puertos brasileños se abrieron progresivamente al comercio internacional. Aquel inesperado desplazamiento de una Corte un poco polvorienta al país de mayor colorido y menos conformista, facilitó, por otra parte, el alumbramiento de una independencia cuya conquista resultó tan laboriosa al otro lado de los Andes. Y cuando el Rey Juan VI tuvo que marchar, a pesar suyo, a Lisboa para intentar salvar aquella otra vacilante mitad de su trono, su hijo Pedro lanzó el famoso grito de Ipiranga: " Independencia o muerte!" Era el 7 de septiembre de 1822. Pedro I se convirtió así en Emperador de un Brasil que obtenía su libertad con una facilidad irrisoriay envidiable.
Caso único en la historia de la independencia de las dos Américas: Brasil conquistó su autonomía gracias a laacción decisiva de un soberano portugués nacido en Portugal. Por otra parte, Dom Pedro I se reveló como un Jefe de Estado de gran prudencia y buen sentido político. Pero su hijo Dom Pedro n fue, indiscutiblemente, un hombre absolutamente excepcional. Así, en el mismo momento en que sus vecinos argentinos o paraguayos soportaban, mejor o peor, unos caudillos siniestros o crueles, los brasileños tuvieron la fortuna de convertirse en súbditos de un Monarca ilustrado como ya no existían en Europa.
Dom Pedro , que reinó desde 1840 a 1889, ha dejado el recuerdo de un hombre apacible, liberal, amigo de las artes y de las letras, traductor de Hamlet y corresponsal de varias Academias. Los tiranuelos de las Repúblicas liberadas de España admiraban a Napoleón. Dom Pedro n colocaba a Pasteur y a Víctor Hugo por encima de todos los hombres. En 1850--acabó con la importación legal de los esclavos negros a Brasil. Y cuando venció a los paraguayos en 1870, con ayuda de los argentinos y de los uruguayos, no reclamó una sola pulgada de territorio ni una sola indemnización.
Pero, paradójicamente, su liberalismo contribuyó a que aquel confortable Imperio se perdiese. La abolición completa de la esclavitud en 1888 precipitó la caída de Dam Pedro II. Abandonado por la oligarquía campesina, que veía desaparecer su barata mano de obra negra, aquel Emperador letrado hubo de embarcarse para Europa, y Brasil se despertó como República.
Habría de percatarse con bastante rapidez de que la belle époque había concluido, pues la República inició, con un poco de retraso, un ciclo de violencias, de disturbios y de revoluciones permanentes. Brasil no había tenido todavía. caudillo. Pero tuvo entonces a los Caroneis. Los Coroneis no eran necesariamente militares. Incluso eran lo más a menudo propietarios agrícolas. Imponían su ley porque eran ricos, poderosos, audaces y carecían de escrúpulos.
Desde 1906 a 1930, Brasil conoció ocho Presidentes, cuya fortuna política dependía de la buena voluntad de los Caroneis, que tiraban de las cuerdas entre los bastidores del palacio Tiradentes. Pero a pesar de estos remolinos superficiales, los inmigrantes no cesaban de llegar: portugueses, italianos, alemanes, eslavos, japoneses, libaneses, sirios y turcos. Aquel crisol creaba lentamente una nueva raza, un hombre brasileño, que hoy saca la cuenta de sus riquezas y de sus debilidades.
El azúcar prosper6 en la tierra negra y grasa del Nordeste. El café se desarrolló en la tierra roja de Sao Pauta, de Paraná y de Santa Catarina. El azúcar vio el nacimiento de una sociedad tropical y estática, apegada al molino. La busca del oro y de los diamantes facilitó el nacimiento de una multitud de pequeños centros de población cuya vitalidad sobrevivió al final del ciclo de mineraçao y que se han convertido en núcleos de explotación industrial moderna. El café transformó por completo las antiguas estructuras. Como su cultivo necesitaba abundante mano de obra, provocó las migraciones de los esclavos negros del Nordeste y atrajo
a los inmigrantes europeos, cuya oleada sumergió las tierras del Sur. "El café, escribe atinadamente Roger Bastide, es una planta bandeirante, una planta que se desplaza sin cesar, invadiendo nuevos dominios, y que deja tras ella esquilmadas las tierras y desiertas las ciudades."
La ola del café, partiendo de Río, invadió el Estado de Sao Paulo por el valle del Paraiba hacia 1830. La historia de su progresión, que ocupa el final del siglo XIX y el comienzo del xx, es también la del fantástico desarrollo de Sao Paulo. En 1900, Sao Paulo cuenta solamente con 80.000 habitantes. En 1920, los paulistas son 580.000; en 1925, 720.000; luego, en 1940, 1.500.000, y 2.250.000 en 1952. En 1961, la metrópoli paulista ha superado a Río con sus tres millones y medio de habitantes. El Estado de Sao Paulo, que no representa más que el 9 por 100 del territorio nacional, concentra hoy cerca del 20 por 100 de la población brasileña. Suministra el 44 por 100 de la renta industrial brasileña y el 32 por 100 de su renta agrícola. Explicar este crecimiento record de Sao Paulo tan sólo por la extensión del cultivo del oro verde, sería falso y esquemático. Otros factores han contribuido recientemente a hacer de la ciudad seta de Brasil el primer centro industrial de toda Suramérica: la proximidad del puerto de Santos, al cual está unida por una magnífica autopista; el desarrollo rápido de un considerable potencial hidroeléctrico, y, sobre todo, su notable situación cerca de las riquezas mineras del Estado de Minas y del centro siderúrgico de Valta Redonda. Pero es claro que, en primer lugar, fue la extensión del cultivo del café la que señaló el comienzo de esta prosperidad sin igual en Brasil y en el resto del Continente suramericano.
Hasta 1930, por 10 menos, las crisis periódicas provocadas por la escasa venta o por la superproducción del café desempeñaron un papel considerable en la vida política brasileña.
No es menos evidente que la curva del desarrollo de Sao Paulo sigue con bastante exactitud la de la producción de café. Desde 1900 se contaban no menos de seiscientos millones de cafetales, y el café, desde finales del siglo XIX, podía ser considerado así como el nuevo, amo de la economía brasileña. La producción, que en 1836 no se elevaba más que a 147.000 sacos de 60 kilogramos, excedía de quince millones de sacos en 1906. Era una progresión fulgurante. Pero las revoluciones sociales l' humanas provocadas en esta nueva zona de pob1amiento fueron proporcionadas a esa progresión Pues el café, como el azúcar o el trabajo en las minas, reclama una mano de obra abundante. Y como los señores de los molinos de azúcar en el Nordeste, los fazendeiras paulistas empezaron por apelar a los esclavos negros.
Los historiadores no están todavía de acuerdo sobre la cifra exacta de los negros conducidos a la fuerza a la ciudad de Sao Paulo. Sin embargo, es verosímil que, en sólo unos pocos años, varios cientos de miles de negros fueran traídos del Nordeste hacia el Sur desde las plantaciones de caña de azúcar hacia las de café. Por otra parte, es casi cierto que la trata de los esclavos negros se prosiguió clandestinamente con destino a las ricas plantaciones paulistas, después de la prohibición oficial del tráfico negrero. Y cuando la represión de la trata clandestina se hizo cada vez más dura en los últimos años del siglo XIX, la libre inmigración de los trabajadores venidos de Europa y de la cuenca mediterránea suministró la mano de obra necesaria. Desde 1887 a 1900, sólo la región de Sao Pauta acogió a 863.000 inmigrantes. Esta mano de obra blanca, estos colonos, como entonces se les llamó, fueron empleados al lado de y al mismo tiempo que la mano de obra negra, la cual fue lenta y progresivamente liberada. Grandes propiedades, esclavitud, paternalismo:
ciertamente, la sociedad creada por el ciclo del café se parece, en sus líneas generales, a la sociedad tropical de la civilización del azúcar. Pero con una diferencia de tonalidad, que es justamente la causa de la controversia entre Gilberto Freyre y cierto número de determinados sociólogos. Para Freyre no hay duda: dos siglos después de Bahía y de Recife, el café produjo en Sao Paulo el mismo tipo de sociedad patriarcal.
Por el contrario, para sus contradictores, el Brasil que se ha formado alrededor, primero de Sao Paulo y luego de los Estados del Sur, es un país nuevo, en completa oposición con la civilización arcaica y esencialmente rural del Brasil del Nordeste. De hecho, como Jacques Lambert ha observado muy atinadamente, los dos países, el colonial y el moderno, están indisolublemente entremezclados, aunque sus campos de elección están delimitados con bastante precisión. No san sólo las Estados del Nordeste y del Norte los que resisten al dinamismo revolucionario económico de Sao Paulo Pues también en esos campos relativamente cercanos a la ciudadela paulista, ese interior poblado de cabclos, esos mujiks brasileños.
La marcha progresiva del café continuó durante los treinta primeros años del siglo xx. Desde Sao Paulo desbordó sobre el Paraná, donde las tierras eran mejores. El agotamiento de los primeros suelos, las crisis sucesivas de superproducción (en 1905 se quemó por primera vez el café en las locomotoras brasileñas) y el crack mundial de 1930, que hirió a Brasil con tanta mayor violencia cuanto que coincidió con un nuevo período de superproducción del café, fueron otras tantas razones de la decadencia del ciclo del café y de su transformación. Las grandes propiedades se fraccionaron. Aparecieron los cultivos secundarios: algodón, tabaco, viñas. Y, sobre todo, los fazendeiros invirtieron sus beneficias, amenazados, pero todavía cansiderables, en la piedra, la industria y el comercio. Mientras que en numerosos países americanos cuva consecuencias dramáticas, la crisis de 1930 valvió así a lanzar, una vez más la economía de Sao Paulo
Dios ya no era sólo brasileño. Era paulista. Los buildings, los Bancos, las rascacielos, las industrias se multiplicaron en Sao Paulo con una cadencia vertiginosa en el transcurso de los últimas años. Y la ciudad fundada par los jesuitas; a comienzos del siglo XVI, en la cumbre de una colina, en un país ingrato, enarboló así con orgullo en 1961 la cifra de crecimiento más fuerte del globo: 67 por 100 (cuando para Los Ángeles, una de las ciudades más dinámicas de los Estados Unidos, esa cifra es tan sólo del 26 por 100).

jueves, septiembre 28, 2006

UN APUNTE HISTÓRICO.HACE CIEN AÑOS EN CUBA


El 25 de abril de 1898 -hace cien años- se declara formalmente la guerra hispano-norteamericana. A mediados de junio los norteamericanos desembarcan en el SE de la isla de Cuba y atacan el Caney y San Juan. La Fuerza de Desembarco norteamericana estaba constituida por unos 16.000 hombres. Se va a desarrollar un hecho de armas insuperable que es recogido así en la Historia de la Infantería de Marina española (1):
"Vamos a hacer referencia a un episodio destacado en estos días que estudiamos y que tanta resonancia histórica tuvo: la hazaña de las lomas de El Caney y de San Juan.
La plaza de Santiago de Cuba se halla al fondo de una bahía, en cuya entrada se encuentran: el Morro, al Este, fortaleza en ruinas, Socapa, al oeste, y Cabañas, algo más al oeste y también en la costa. Las dos primeras, con baterías de medio calibre, alguna montada por la Marina. Cierra la plaza por su fondo la sierra Maestra y varias colinas, de las que la más próxima es la de El Caney, y después la loma de San Juan, y entre ellas los Cruces. Rodea a todo esto la abrupta, áspera y difícil manigua cubana, en la que pululan, además de la malaria y otras enfermedades, unos 8.000 insurrectos en contacto con los yanquis, con García como caudillo más destacado, y una zona minera, verdadero avispero. Tiene el recinto unos nueve kilómetros de largo, sin organización defensiva, sólo con algunos fortines, trincheras y empalizadas. En la bahía se encuentra, por orden del Gobierno, la escuadra del almirante Pascual Cervera, con cuatro cruceros y dos destructores.
Era gobernador militar de la plaza el general Linares, que contaba con 8.000 hombres, de los que 3.000 eran para El Caney, San Juan y zona minera.
Una escuadra americana con siete acorazados modernos, varios destructores y los transportes, sumando 124 buques, fue avistada el 19 de junio.
El almirante Cervera ordena desembarcar 130 hombres de cada crucero (unos 250 soldados y 300 marineros) y forma con ellos cuatro columnas de desembarco, a las que el Cuerpo cubre con sus guerrillas y les afecta piezas de artillería; el día 22 reúne al personal sobrante, incluso la guardia militar, y pone estos 450 hombres (150 infantes y 300 marineros) al mando del capitán de navío don Joaquín de Bustamante, que acampa en los Cruces.
Los americanos cuentan con 15.000 hombres al mando de Schafter, con una división de caballería de los Rough-riders con Roosevelt, los que, ayudados por los insurrectos y lejos del alcance de nuestra artillería, desembarcan durante ocho días en Daiquiri, estando el 30 de junio listos para avanzar. El día 1 de julio emprenden la ofensiva. Schafter encarga a Lawton de la toma de El Caney, y al ver tan sólo una casa en su loma como únicos fortines, dice: "Antes de una hora, mis tropas entrarán triunfalmente".
Cuenta con 6.000 hombres, de los que lanza al ataque 3.500, a los que se opone el valiente general Vara de Rey tan sólo con 520 y dos piezas González-Hontoria afectas por la Marina.
En el brutal choque cae herido el general en las dos piernas y ordena que dos marinos le sostengan al frente con las tropas, para animarlas con su ejemplo, hasta que fallece desangrado.
Han pasado doce horas de brava lucha, y cuando quedan tan sólo unos 80 hombres, sin jefes ni oficiales y barridos por el plomo, el polvo de las ruinas ... se retiran llevándose a hombros el cadáver de su valiente general.
La loma de San Juan, para la cual dispuso Schafter de 8.000 hombres, es atacada por 2.000, a los que hace frente el propio Linares con sólo 250, fue testigo de un heroísmo extraordinario y de una lucha suicida, pues hubo posición que quedó sólo con un defensor y éste seguía disparando; pidió el general un señalero, y se presenta voluntario un soldado, ?un infante de Marina?, que, colocado en una eminencia, daba sus partes a la plaza y al cual tiraban todos los americanos. Las balas respetaron su heroísmo.
Cae herido Linares en una briosa salida y la posición flaquea; visto esto por el bravo Bustamante, arremete contra el enemigo y reconquista la posición con sus infantes de marina en vanguardia; su arrojo hace indecisa la victoria, hasta que al caer mortalmente herido, una carga de los Rough-riders decide la acción.
Las sombras de la noche cubren tanto dolor y sacrificio, y a su amparo es abandonada la posición, que toma para los americanos el sobrenombre de "Paso de la muerte".
Tan dura como gloriosa jornada cuesta a nuestras fuerzas unos 600 hombres, y a los americanos, 900 en el Caney, 432 en San Juan y 328 en Aguadores y otros. Total: 1.760".
Tan extraordinarios acontecimientos los narra "desde el otro lado de la colina" Donald Barr en (2) como sigue:
". El general Henry W. Lawton, un hombre sereno y de fiar, después de estudiar el terreno con los prismáticos, aventuró la opinión de que podría tomar El Caney antes y avanzar después sobre la cordillera denominada Sierras de San Juan y pensó que la conquistaría en dos horas. Fue un error trágico.
El 30 de junio dio orden de que el avance comenzase a primera hora del día siguiente. A Lawton se le daría la primera división completa, más de 6.500 hombres, y cuando hubiera tomado El Caney, las otras dos divisiones serían emplazadas a lo largo del Aguadores.
En El Caney sólo había 520 españoles, pero estaban bien atrincherados y dirigidos, luchando de una manera magnífica. La división de Lawton tenía una batería de campaña y aun cuando estuvieron a la distancia adecuada no pudieron hacer nada para sacar al enemigo de sus trincheras .
Mientras tanto, el general Schafter -que no podía entender por qué continuaba la lucha en El Caney, en un lugar donde la proporción contra los españoles era más de diez a uno- hizo avanzar las otras dos divisiones. llovía y había llovido durante todo el día. los carros quedaban atrapados en el lodo; los hombres cubiertos de sudor, tiraban las mantas de campaña .
Y, mientras esto sucedía, la lucha en El Caney continuaba. El general Schafter envió una nota al general Lawton en la que sugería que no se distrajera con "esas pequeñas casamatas" y que se uniera a la fuerza principal. Pero cuando el mensaje llegó, las fuerzas de Lawton ya estaban preparadas para el ataque. El fuego español había menguado. En efecto, los españoles estaban casi sin municiones y se preparaban para replegarse. Las bajas españolas fueron de 235, las americanas, 441; se habían hecho 120 prisioneros. Había sido una gran batalla (2).
A pie de la página 147 de (2) se recoge una cita que textualmente dice: "Aunque los resultados militares fueron escasos, y el mismo ataque no fue producto de un plan brillante, la batalla de El Caney debería ser recordada con orgullo, por ambos pueblos, como un ejemplo insuperable de coraje y de dedicación militar" (3).
Y es que: No hay pueblo como mi pueblo ni patria como mi patria, ni hay enseña más gloriosa que la enseña roja y gualda.
No hay soldado como el nuestro, canta al entrar en batalla y muere diciendo madre!!y gritando ?VIVA ESPAÑA! (4)
Leopoldo Vázquez.
Por:José Gil Gundín.

Referencias:
(1) Historia de la Infantería de Marina española. Rivas Fabal. Editorial Naval. Madrid.
(2) La guerra hispano-americana 1896-1898. Donald Barr Chidsey. Ediciones Grijalbo 1973.
(3) The relations of the United States and Spain. The Spanish-American War. Chadwick, French Ensor. Charles Scribner's Sons 1911.
(4) Cancionero del 98. Carlos García Barrón Grijalbo Mondadori 1997.

LA MARINA ESPAÑOLA EN GUINEA ECUATORIAL-LA INFANTERIA DE MARINA

o sería justo, que en este artículo, no se hiciera mención a la fundamental contribución colaboradora de la Infantería de Marina en la formación y desarrollo de Guinea, en donde adquiere un brillante historial a través de una feliz participación en varias etapas. De Infantería de Marina son las primeras fuerzas militares que llegan a Fernandn Poo formando parte de la expedición de Chacón y que en 1859 constituían una pequeña sección de veinticinco hombres al mando de un oficial, acuartelados en la urca Niña por carecerse de edificio acondicionado en tierra. Fueron muchas las dificultades y penosas experiencias de toda índole que esta primera fuerza expedicionaria soportó en los primeros tiempos. Sin cuarteles, bases o campamentos, sin créditos ni subvenciones y apenas otros medios materiales que los indispensables para supervivir, han de suplir con entusiasmo y disciplina esta penuria de disponibilidades y emprender la tarea encomendada de vigilancia, policía de los caminos y de las costas, mantenimiento del orden y la seguridad de la colonia, esbozando las reglas de una incipiente logística que el esfuerzo y tesón se encargaran mas tarde de consolidar y perfeccionar.
Salvo el breve paréntesis del gobierno de los brigadieres, en el que las primitivas fuerzas de Infantería de Marina fueron reforzadas por una Compañía de ejército llegada a bordodo de la urca Santa María y goleta Caridad, durante toda la segunda mitad del siglo XIX y en los primeros años del xx —concretamente hasta su sustitución en 1908 por la recién creada Guardia Territorial— las fuerzas de Infantería de Marina, con sus Jefes, oficiales, suboficiales y tropa española muy bizarramente completada por soldados africanos, constituyeron las más importantes fuerzas coloniales v sobre ellas descansó en no pocas ocasiones la salvaguarda pacifica de las posesiones de Guinea, a cuyo progreso y desenvolvimiento en forma tan eficiente cooperaron, y a pesar de que esta permanente continuidad no quedará interrumpida a lo largo de la permanencia de España en la colonia guineana.
El Reglamento de la Guardia Colonial se promulgó el 6 de julio de 1907, pero la nueva organización no fue dotada de medios bahía el presupuesto de 1908.

LAS SALAZONES DE PESCADO Y EL GARUM

pesar de los estudios realizados sobre esta salsa , debemos de enfatizar, que se siguen efectuándose nuevos descubrimientos al respecto que nos ayudarán más aun si cabe a sopesar la expansión que supuso el garum, asi como a las salazones como industria de origen fenicio, una de las nuevas fuentes de riqueza creadas en la época de las colonizaciones sobre cuya exportación al área griega y concretamente a Atenas, existen testimonios que se remontan al siglo V a. J.C. Pero el gran momento de expansión coincide con la paz romana. A partir del si glo I a. J.C., y más exactamente desde Augusto, los documentos no se limitan a algunas menciones en los textos clásicos, sino que se comprueba con los restos arqueológicos de las factorías donde se elaboraba.
Se extiende desde la desembocadura del Sado, al sur de Lisboa, donde existen las ruinas de uno de los conjuntos más extensos entre los hoy conocidos, hasta los alrededores de Cartagena. Su núcleo central fue la zona del Estrecho de Gibraltar, aprovechando la riqueza pesquera de la confluencia de las aguas del Atlántico con el Mediterráneo. La cadena de fábricas en las costas peninsulares se repite, al Sur, en las del litoral marroquí. Consisten en conjuntos de grandes cubetas, sólidamente construidas con el mejor mortero romano, entre patios a cielo abierto para el secado y preparación del pescado, hornos para calentar aguas, etc.
La contemplación de muchas de estas ruinas, dada la capacidad de los depósitos y el tamaño del conjunto de construcciones, permite darse cuenta de la gran importancia que tuvo la industria.
Las salazones de pescado se consumieron, en efecto, a gran escala, ya que se trataba de un alimento poderoso, de conservación relativamente fácil, que se podía exportar a grandes distancias debidamente envasado en ánforas y además relativamente barato. Cierto que existían variedades apreciadas, que cantan los gastrónomos de la época, y que alcanzaban precios elevados. Pero la mayor parte de las producciones, conocidas también con el nombre de liquamen podemos constatar que, por lo menos a fines del siglo I d. J.C., figura en la tarifa de precios de Diocleciano tasado a precio muy asequible.
El atún, la caballa, las diversas variedades del Scomber fueron los pescados utilizados para estas preparaciones, aunque no los únicos. Ignoramos el detalle de la elaboración y los resultados finales, pero a través de las descripciones de autores contemporáneos y de la continuidad de los tipos en la Edad Media, sobre todo en el Mediterráneo oriental de donde partieron y donde se han conservado técnicas emparentadas hasta nuestros días, es posible tener una idea de lo que fueron en tiempos romanos. Pero lo que nos interesa destacar ahora es el gran volumen de la industria en las costas meridionales hispánicas y su proyección económica.
Según las fuentes escritas, los dos grandes centros fueron Gades y Cartago Nova. Evidentemente bajo el nombre de Gades se incluye toda la zona inmediata del Estrecho.
Como es corriente en productos agrícolas o industriales exportados a gran distancia, predomina el nombre del centro exportador más destacado y conocido y se aplica a un conjunto del que la ciudad citada es en cierto modo la capital económica. El área de las salazones de "Gadir" debió comprender la costa del Algarbe -donde se han identificado varias factorías, ninguna de ellas extensamente excavada-, así como la de la zona onubense y la más inmediata a Cádiz. Entre esta ciudad y Algeciras, en la aldea de pescadores de Bolonia, las excavaciones de la ciudad romana de Baelo han revelado un grupo notable de fábricas.
Otros núcleos próximos aparecen en La Albaida de Sanlúcar de Barrameda, en Barbate, en Villavieja (bahía de Valdevaqueros), y ya en el sector malagueño, en San Pedro de Alcántara, Torremolinos y Torrox. La factoría de Sexi (Almuñécar) es conocida por vía doble: por las menciones de las fuentes y por los vestigios de sus piletas. Sin duda fue centro industrial importante y no en vano copió en sus monedas el tema del atún, procedente de las piezas gaditanas, pero que encajaba muy bien con una de sus principales fuentes de riqueza.
Por lo que respecta a las salazones de Cartago Nova, los textos contemporáneos no ofrecen duda en cuanto a su importancia: el "garum sociorum" -sobre cuyo sentido existen discusiones- que allí se producía fue especialmente apreciado. Pero en este caso el conocimiento arqueológico no acompaña a las fuentes antiguas, ya que en la zona cartagenera no se han descubierto hasta el presente restos importantes.
Otro grupo de factorías aparece en la costa alicantina, todas ellas estudiadas muy recientemente. Presentan particularidades técnicas distintas de las de Andalucía o Portugal. Salvo raras excepciones no existen cubetas de obra, sino que aparecen talladas en la roca a ras de mar y algunas parecen haber sido utilizadas como vivero de peces.
Existen indicios en Santa Pola, que era la zona portuaria de Llice (Elche), en las proximidades de Alicante, en relación con la ciudad que estuvo emplazada en el actual Tossal de Manises, y quizá también en la misma Alicante actual (antigua Lucetum), en el islote de El Campello, algo al norte de la ciudad, en Calpe y en Javea.

ATAQUES, ASEDIOS Y BOMBARDEOS A QUE CADIZ FUE SOMETIDO DURANTE LOS SIGLOS XVI, XVII Y XVIII


1530.-CADIZ ES ATACADA DESDE EL MAR
A partir de este año de 1530, dan comienzo los ataques de las distintas armadas o flotas de guerra contra CADIZ.
Es el célebre corsario Barbarroja, el primero que determina saquear la ciudad, luego que supo que las galeras españolas se hallaban en Italia, cuando la coronación del emperador Carlos V (24-II-1530); mas sabida por el Príncipe y marino genovés Andrea Doria, la determinación del de Argel, le salió al encuentro y le desbarató salvando a Cádiz de un espantoso saqueo.
Esto da a entender que aún por esta época, no estaba guardada la plaza suficientemente.

1533.-SALARRAEZ, O JABAN ARRAEZ, REY DE ARGEL, INTENTA ESTE AÑO UN ATAQUE
Una borrasca, frustra una nueva tentativa, esta vez llevada a cabo en 1553, por Salarráez, Rey de Argel, al que prendió don Álvaro de Bazán, Capitán General de las galeras de España, padre del primer Marqués de Santa Cruz.

1574.-S0RPRESA DE LOS MOROS
En 1574, llevaron a cabo los moros una sorpresa con desembarco en lo que entonces era la almadraba y casería de Hércules, y hoy se llama Torregorda. Esta sorpresa fue desbaratada en su iniciación.
Por primera vez se registra en la historia de Cádiz, la existencia de cañones en la defensa de su plaza fuerte.

1587.-CORRERIAS DEL PIRATA DRAKE
El 25 de abril de 1587 el Almirante inglés Francis Drake, conocido por el "pirata Drake" entra en la bahía .de Cádiz, al frente de la escuadra inglesa, pero sólo puede recorrer y saquear el primer seno de la misma, después de bombardear la ciudad, poniendo fuego y hundiendo algunos barcos, y llevándose prisioneros los de más porte, sin lograr un desembarco, notando a primera vista la importancia del Puntal, donde desde tiempos antiguos había un mal baluarte, que debió ser erigido como consecuencia de las sorpresas anteriormente mencionadas.
También fue objeto de los ataques de Drake, la Torre edificada sobre el islote de Sancti-Petri, llamado en la antigüedad "Heraclium" donde hay tradición estuvo el templo de Hércules, de gran
riqueza y fervorosa veneración por los gentiles. A mediados del siglo XV hubo allí una iglesia, en la que se sepultó a Pedro Suazo, señor del Castillo y puente de la Isla de León.

1596.-EL CONDE DE ESSEX SAQUEA LA CIUDAD
En los primeros albores de la mañana del 30 de junio de 1596, se avistó en Cádiz una poderosísima escuadra enemiga. Había salido de Plymouth el 13 y se componía de 150 naves inglesas con 10.000 soldados y 7.000 marineros, y 24 navíos holandeses con otros 5.000 hombres de desembarco, mandados los buques respectivamente por el almirante lord Carlos Howard, el mismo que había dirigido la flota inglesa contra la "Invencible" en el canal de la Mancha, y el vicealmirante Wardmond, y las tropas por el famoso lord Roberto Devreux, Conde de Essex, favorito de la Reina Isabel y por Luís de Nassau, y todos bajo el mando del almirante lord Effygham. El sobresalto de la población fue como se puede suponer. Llamáronse a toda prisa las milicias de Jerez pues apenas había en Cádiz guar nición, y don Diego de Sotomayor, General de la Armada, preparó la resistencia en el interior de la bahía y al abrigo del Puntal con 8 galeras y 3 fragatas, únicos buques disponibles de los 30 bajeles de guerra que había a la sazón en Cádiz, de los que preparaba el Rey contra Inglaterra, además de otros tantos de transporte, con 36 naves próximas a zarpar para la India.
Acudió también a la ciudad amenazada, el Duque de Medina Sidonia, Capitán General de aquella costa, quien irresoluto y perplejo no hizo más que aumentar la confusión al tratar de organizar
la resistencia. Muy débil fue la que se opuso a los ingleses; éstos después de varios combates en aguas de la bahía, contra nuestros bajeles y el fuego artillero de los distintos fuertes, una vez apagados éstos a pesar de su heroica resistencia, penetraron en la rada con escasas pérdidas, echaron a pique o incendiaron todos los barcos españoles después de saqueados, y el conde de Essex en un pequeño esquife, seguido de otros treinta que conducían hasta mil hombres armados de mosquetes, arcabuces y picas, se dirigió hacia el castillo del Puntal, cuyos fuegos habían sido apagados por los certeros disparos de las galeras enemigas, desembarcó tranquilamente sus tropas en este fuerte, se encaminó a la Plaza, rechazó una débil columna que había salido de ella, y entró en la misma tras de los fugitivos escalando fácilmente la muralla.
Rendido al día siguiente el castillo, puesto que carecía de víveres y no tenía pólvora ni aun para romper el fuego su artillería, pudieron los ingleses dedicarse al saqueo de la ciudad, que se verificó con un orden y método admirables; forzaron las puertas, profanaron e incendiaron los templos, quemaron los archivos, y recogieron la artillería, las campanas de las iglesias, y las rejas de balcones y ventanas, sin perdonar ni aun las aldabas de las puertas; tal fue su rapacidad. Y a pesar de la prevención terminante del conde de Essex, de respetar a las personas, pasaron a cuchillo a muchos de sus hijos. El 15 de julio abandonaron los aprovechados británicos la antes opulenta Cádiz, con un botín valorado en más de veinte millones de ducados. Como recuerdo de su visita, dejaron tan molestos huéspedes incendiada la catedral y 290 casas, de las 1.203 que tenía entonces la ciudad. Y en rehenes, lleváronse también, a muchos Canónigos, Regidores y Comerciantes haciéndose a la vela el 16 del mismo.
También fue atacada por los británicos al saquear el poblado de la Isla, el castillo de Sancti Petri, construido ya en estas fechas sobre el islote de "Heraclium", antes citado.
Corta es toda esta relación al hablar de la artillería de la Plaza.
Me refiero a las correspondientes al año 1564. que tanto el fuerte de tierra como el de San Felipe estaban artillados: el primero, a barbeta y el segundo, en cañonera.
Decimos anteriormente, al referir la "Sorpresa de los moros" en 1574, que por primera vez se registra en la historia de Cádiz la existencia de cañones en la defensa de su plaza fuerte. Pero en
1596 es ya clara la actuación de la artillería, como de ello se nos da información.
El sábado 29 de junio de 1596, se tenía en Cádiz la noticia de que el enemigo se había descubierto con rumbo a España desde el Algarve. El Corregidor don Antonio Girón se ocupó de visitar los
baluartes y la artillería de ellos, "todo lo cual con el descuido de largo tiempo estaba tan mal prevenido, que los carretones estaban podridos y quebrados, y si alguno aprecía estar sano, luego al primer tiro se quebraba y hacía pedazos. Además de esto, pólvora había muy poca y menos balas, y las que había, desproporcionadas a los cañones, unas grandes, otras pequeñas, todos los reparos sin ninguno, y con tanto descuido y negligencia, como si nunca pudiera suceder caso en que fuera menester la prevención necesaria, y cuando estas faltas se hubieran de reparar era menester mucho tiempo para reformar y poner en orden tanto desorden, tanta remisión y descuido".
Visto, pues, que el enemigo estaba tan cerca de tierra sobre la Caleta, hiciéronse el domingo 30 de junio de dicho año, algunos terraplenes y trincheras a su desembarcadero, al que lleváronse de la ciudad cinco piezas de artillería, dos de las cuales pusieron en la trinchera de un baluarte pequeño que allí se había hecho con el nombre de Santa Catalina; las otras dos junto a la cruz que estaba en la Caleta; y la quinta en la gruta, que llamábase, de la peña de Rota.
En el transcurso de la batalla naval que se libró con el enemigo, "nuestros galeones se fueron retirando hasta el Puntal donde comenzó en su favor a jugar la artillería del fuerte de San Miguel que está al Puntal; pero ella era tan poca, y mal acomodada, que sólo había dos o tres piezas que luego se desencabalgaron y una se quebró; y se vio claro que si en este fuerte hubiera mucha artillería y bien aderezada, se le pudiera hacer grande mal; mas él lo estaba tan desapercibido como si no los hubiera en el mundo".
En el baluarte que había al lado de la puerta del Muro, que es sola, la de Tierra, había "tres pecezuelas de artillería tan mal aderezadas y prevenidas que no fueron de provecho en la ocasión.
Sólo una se disparó contra los enemigos cuando venían ya marchando para la ciudad, e hizo tanto efecto que reparó y se detuvo en el campo, temiendo que habría muchas más piezas para la defensa de la entrada, mas como vieron que en aquella sola se resolvió toda la duda, volvió a marchar y seguir su viaje".
"Martín de Irigoyen, regidor y capitán de la nación vascongada, acudió con la gente de su cargo al baluarte de San Felipe que estaba a su cargo y custodia con cincuenta hombres de la nación.
En este baluarte, el mayor y más fuerte y de más importancia de todos los demás, aunque le hallan de falta ser muy alto, y la artillería, que desde él se juega, o no alcanza a las naos que van entrando o se pasan por alto las balas. Había en este baluarte cuatro piezas gruesas, empero tan mal prevenidas y dispuestas que no fueron de ningún provecho en la ocasión, pues en disparando las primeras balas, se hicieron las ruedas pedazos de las tres de ellas, de suerte que más no, pudieron servir, y las balas no alcanzaron a la armada enemiga, así por esto como por ser la pólvora mala y poca, diferente de la de los enemigos, con lo cual no solamente alcanzaban con las suyas a donde querían, más pasaban por encima de la ciudad hasta dar en el mar de levante que es de la otra parte. Créese también que los artilleros que eran extranjeros, hicieron mal su oficio, pues una de aquellas piezas que administró un artillero español, metió en las naos enemigas las balas que tiró".
Como puede verse aún se consideraban extranjeros dentro del país a los vascongados, lo que no dejaba de expresar la falta de unidad que se hacía indispensable en asunto tan importante como
era la defensa de la nación en la que Cádiz jugaba un importantísimo papel como cabeza de puente con América Española.
No fueron estos solos los "extranjeros", los capitanes: Lorenzo Simai, mercader flamenco de nación; Francisco Duarte Caboverde, de la nación portuguesa; Agustín Casanova, genovés, mandaron compañías que "para pueblo tan abierto y derramado, tan descuidado y desproveido, y que a tantas partes tenía que acudir y reparar era flaca y pequeña defensa para competir y detener el ímpetu y poder que tenía sobre sí" y más aún en el aspecto artillero.
No obstante, defendiose aquella noche, lunes primero de julio, el baluarte de San Felipe, hasta que viendo al día siguiente que la ciudad estaba rendida y entregada, se rindió y entregó con partido de las vidas de los que en él estaban, viendo que era imposible poderlo defender.
Los baluartes del Carbón, del Boquerón y del Postigo de la Madera, no tenían artillería.
Es importante registrar que en carta de don Gaspar de Anastro, proveedor de las Galeras, escrita al presidente, jueces y oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla, en el Puerto de Santa María, a las dos de la tarde del 3 de julio de 1596, se dice: "hoy ha llegado aquí el Capitán de la artillería de esa ciudad, que se dice Molina que me ha contentado la traza que toma en reparamos;..."
Este Capitán era el Teniente de Capitán General de la Artillería don Francisco de Molina, que en su lugar se encontrará interviniendo en las fortificaciones de Cádiz el 22 de agosto de 1566 y como fundador en 1575 de la Escuela de Artillería para la "Carrera de Indias", de aquella Casa de Contratación de Sevilla.
Esta flota de Indias había perdido en la refriega 4 galeones de 50 piezas de cañón cada uno, y 3 italianos cargados de artillería y municiones. "Y el Rey solamente perdió más de mil y doscientos
cañones en plaza y navíos, fuera de las municiones y armas que se llevaron los ingleses para armar más de seis mil hombres".
Entre los prisioneros llevados a Inglaterra por el Conde de Essex, figuraron el Corregidor, don Antonio Girón de Zúñiga y el Veedor de la Artillería de Cádiz, don Martín de Uzquiano, que volveremos a citar en su lugar, los cuales, con otros más, permanecieron allí en rehenes, hasta el mes de julio de 1603 que regresaron rescatados a España. Don Antonio Girón murió de melancolía, según refieren autores coetáneos, viéndose pobre y sin remedio.
Tan maltrecha quedó Cádiz con esta funesta visita de los ingleses, que de ella hay testimonio en una carta que el Marqués de Santa Cruz, escribió al Rey Felipe II, desde Rota el 2 de julio de
1596.
Felipe II escribió al Duque de Medina Sidonia, desde Toledo y con fecha 31 de julio de este año:
"…y así en la fortificación como en lo demás mandaré mirar lo que convenga, y que se dé al mayordomo de la artillería de Málaga suplemento de los 20 quintales de pólvora que dió por vuestra orden para meter en Cádiz.-Yo el Rey.-Por mandado del rey N. Sr.-Andrés de Prada".
La plaza estuvo después a punto de ser abandonada; Felipe II designó los puntos sobre los que debía recaer los informes acerca de si debía decidirse a fortificarla o a abandonarla. y si no se abandonó, fue porque el 21 de diciembre del mismo año, el Corregidor don Antonio de Ossorio, escribió al Rey, desde Cádiz, contradiciendo la idea de abandonarla y manifestando las ventajas de fortificar la costa de la Punta de San Felipe, etc.
De todas formas este saqueo y ruina, obligó a la Corona de Castilla a gastar, grandes sumas de dinero en el reparo de sus exigentes murallas y fortificaciones del frente de tierra, para salvarlas
de semejantes peligros.

1625.-LA ESCUADRA ANGLO-HOLANDESA ES DERROTADA EN NUEVO ATAQUE A CADIZ
Resentido Carlos 1 de Inglaterra por el desaire que sufrió al serle negada la mano de la infanta Doña María, hermana de Feli. pe IV, apenas subió al trono mandó contra la Península una escuadra de 90 velas que, al mando de lor Wimbledon, se presentó delante de Lisboa. No atreviéndose a atacar dicha plaza, continuó su rumbo a Cádiz, con orden de quemar la escuadra surta en la bahía de Cádiz, de tomar esta ciudad de grado o por la fuerza y saqueada. En esta armada anglo-holandesa, figuraban los generales sir Eduardo Cecil y Guillermo de Nassau.
El día primero de noviembre del año del Señor, de 1625, un centinela que estaba en el torreón del castillo de San Sebastián anunció una armada inglesa.
Al anochecer del día de su llegada, el enemigo echó a tierra 10.000 hombres y comenzó a combatir el castillo del Puntal, cuya defensa estaba a cargo del Capitán don Francisco Bustamante, con 8 piezas de artillería y menos de cien hombres. Al amanecer del siguiente día, ya el castillo estaba muy maltratado: dos piezas habían sido desmontadas, pues las de las galeras enemigas habían respondido a nuestros fuegos con mayor daño y con mejor fortuna.
Viendo los contrarios tanta resistencia en poder tan pequeño, acudieron más galeras a combatir el fuerte y bien pronto no quedó en la fortaleza almena que no fuese derribada.
Más de 4.000 balas dispararon los ingleses contra el castillo. Desmontadas al fin todas las piezas, y con sólo treinta hombres, afligidos y desalentados al hambre, a la fatiga y a las heridas, el
Capitán Don Francisco Bustamante, se rindió a partido honroso sacando sus armas, y su bandera por medio de los ingleses que ya habían desembarcado desde que el castillo apenas podía ofendedos.
Los resultados en esta jDrnada fueron fatales a pesar de todo para los ingleses, quienes perdieron lo más florido de la gente de guerra, pues Don Francisco Girón, al frente de algunas fuerzas que acudieron apresuradamente de diversos puntos, consiguió rechazados, auxiliados por las que llevó el Duque de Medina Sidonia, Capitán General de Andalucía, y los ingleses desistieron de su empresa, viéndose obligados a huir, a causa de la heroica defensa tanto de la plaza de Cádiz, como de la Armada que estaba sobre las aguas de su bahía, que estaba mandada por Don Pedro Alvarez de Toledo y Osorio, I Duque de Fernandina y V Marqués de Villafranca del Bierzo, Almirante de las galeras españolas, reembarcándose precipitadamente con pérdida de algunos cientos de hombres y de 30 naves, haciendo rumbo a Plymoyth .
De estos hechos y sucesos se manifiesta y lo confirma el testimonio del Sr. Rey Felipe IV dado en 1.° de diciembre de 1660, en que dijo; "era Cádiz la Plaza de más importancia de esta Monarquía, y en que los enemigos tienen puesta la mira para invadida".

1686.-,-OBSERVACION DE UNA ESCUADRA FRANCESA
Algunos historiadores hacen referencia a un ataque de la escuadra francesa a Cádiz, en mayo de 1686, que no tuvo lugar ni en fuerza ni en fondo, pues esta escuadra se limitó a mantenerse dos
meses frente a Cádiz, sobre la que realizó algunas operaciones de reconocimiento y de tanteo, rechadas, por la guarnición artillera de la plaza, que prestaba sus servicios en sus fortalezas.

1702.-OTRO ATAQUE A CADIZ
El 24 de agosto de este año, dio fondo fuera de la bahía, la escuadra de los coaligados anglo-holandeses mandados por los generales Duque de Harmond y Jorge Hesse, Príncipe de Armstad; partidarios del Archiduque Carlos de Austria. El primero que saltó a tierra fue el Príncipe de Armstad.
Mandaba las costas de Andalucía como Capitán General don Francisco del Castillo, marqués de Villadarias, todas sus tropas eran 150 hombres veteranos y 30 caballos, mandadas por don Félix Vallaró, y la guarnición de Cádiz no llegaba a 300 hombres, siendo su gobernador don Escipión Brancacio, Duque de Brancacio, y su Jefe de Artillería, don Jerónimo Hernández, Teniente General de la Artillería.
Tanto la plaza, como el castillo de Santa Catalina de El Puerto, hallábanse faltos de pólvora y municiones, el castillo de Matagorda había estado cerca de un siglo, más de respeto que de
otra cosa.
Los ingleses desembarcaron en la costa de Poniente de la Bahía, en las ensenadas de los Cañuelos, y en Rota, con 500 hombres; ocuparon las baterías de la Puntilla y de la Bermeja, y rendida Rota por su gobernador, desembarcaron un regimiento en el Puerto de Santa María.
Para tomar a Cádiz se acercaron los enemigos de Rota a Matagorda, a la que acometieron en vano 600 hombres; formaron trincheras cuyos aproches no pudieron continuar por el fuego del Castillo, y el de Puntales, a lo que contribuyeron en mucho y eficazmente, el socorro enviado a Cádiz por Sevilla y la nobleza de Andalucía, así como el fuego de las galeras de España y Francia mandadas por el Conde de Fernán Núñez que se hallaban dentro del puerto y batían directamente las trincheras fáciles de arruinar ya que estaban fundadas en arena. Bajaron 2.000 ingleses para defenderlas, pero éstos no se atrevieron a penetrar al interior manteniéndose a la orilla del mar porque Villadarias les hacía creer tener mucha gente levantando polvaredas de día y haciendo varios fuegos distantes por la noche con lo que fingía campamentos; éstos y los continuos ataques que daban sus tropas a las trincheras de noche, les hizo desistir de la empresa y se retiraron con precipitación hacia Rota seguidos de las milicias del país que les hicieron no pocos estragos, con lo que tumultuariamente volvieron las espaldas y arrojando las armas sólo buscaron las lanchas que los llevasen a los navíos; pero no siendo éstas en suficiente número se ahogaron muchos con la precipitación, y 600 ingleses quedaron muertos sin los que se ahogaron; se recobró Rota y los enemigos abandonaron el Puerto de Santa María después de saquearla.
Por último intentaron forzar el puerto pero éste estaba cerrado con una cadena de fuertes maderos y echados a pique de fuera de ella, 8 grandes navíos llenos de piedras; dos navíos que impetuosamente se dejaron ir contra la cadena con viento en popa, quedaron desarbolados porque no habiendo podido romperla sufrieron el fuego de las baterías exteriores y de la plaza, y de este modo abandonaron su proyecto haciéndose a la mar el 31 del mismo agosto.

1704.-NUEVO ATAQUE A LA PLAZA DE CADIZ
El 6 de septiembre de 1704,fue atacado por los ingleses al mando del vicealmirante sir Jorge Bings, el castillo de Santa Catalina, y fueron enégicamente rechazados por la guarnición con la que cooperó la artillería, con el fuego de sus cañones. Durante este ataque, los anglófilos de tierra firme intentaron en vano ocupar el castillo de San Sebastián.

1796, 1797, 1798, 1800.-ESCUADRAS BRITANICAS DE JOHN JERVIS y NELSON FRENTE A CADIZ
El 2 de agosto de 1796 el almirante británico sir John Jervis, bombardeó la plaza. Fue desde el castillo de San Sebastián desde donde se dispararon las piezas que hicieron enmudecer las fragatas y cañoneras inglesas.
Una poderosa escuadra inglesa, a las órdenes del almirante John Jervis con Nelson de segundo, dio vista a Cádiz, en 1797, y bombardeó a esta ciudad en los días 3 y 5 de julio causando poco daño en edificios y personas y recibiendo bastante sus navíos de los proyectiles que les disparaban las baterías, puestas en la muralla que cae a la banda del mar del Sur. Después de algunas refriegas se retiró la Armada inglesa.
En esta defensa de Cádiz, se hace gala de competencia técnica, con fortuna. A los fuegos de la artillería de la plaza que fueron dirigidos, por el Brigadier, Coronel, don Antonio Rodríguez de Valcárcel, Marqués de Medina, contribuyó con sus acertadas disposiciones, el Teniente General de la Armada, don José de Mazarredo; éste había apostado convenientemente y organizado para el combate, la escuadra de su mando, compuesta de 25 navíos de línea, 11 fragatas y 3 bergantines, con unas 136 embarcaciones de fuerza sutil.
Atacada y bombardeada la plaza, intentó Nelson forzar el puerto para destruir los buques españoles; mas las lanchas cañoneras que operaron bajo las órdenes del Teniente General don Federico Gravina y del Jefe de Escuadra don Juan M. Villavicencio contribuyeron con sus ligeras y hábiles maniobras y la bizarra decisión de su gente a rechazar al enemigo los dichos días 3 y 5 de julio, en que dio los principales ataques, distinguiéndose, con aquéllas, el Brigadier don Antonio de Escaño y el Capitán de Navío don Cayetano Valdés.
Para hacer más eficaz el bombardeo, los ingleses habían construido en Gibraltar una barcaza de extraordinarias dimensiones, con varios morteros en el centro, y en las bandas o costados, cañones de grueso calibre, pesada mole que bautizaron jocosamente los gaditanos con el nombre de "el bombo", y cuyas malas condiciones marineras la hacían inmanejable; así que aun cuando rompió el fuego, causó poco estrago en la ciudad.
Nelson, en vista del mal éxito de sus ataques, desistió de la empresa, volviéndose a Gibraltar para llevar a cabo su expedición contra Santa Cruz de Tenerife. .

AMENAZA DE 1798
El11 de marzo de 1798, se vio Cádiz amenazada de nuevo por una escuadra enemiga, que se limitó a hacer acto de presencia sin otras consecuencias.

1800.-PRELUDIOS DE TRAFALGAR
En 1800 azota la ciudad de Cádiz una horrorosa epidemia. En esta confusión una poderosa escuadra inglesa, con tropas de desembarco, a las órdenes del Almirante Nelson, se acercó a esta isla, pero después de un parlamento con el Capitán General de Andalucía y Gobernador de Cádiz, don Tomás de Moda, en el que este General le puso de manifiesto "cuan poco decoroso y honroso le sería atacada encontrándose en semejante estado", Nelson, ordenó poner proa a Gibraltar, Cabo Espartel y San Vicente, dejando sin efecto su determinación de acometer a Cádiz, contentándose sólo con asediar su bahía después de una demostración "en fuerza" y de realizar una "preparación artillera" a cargo del Almirante Guillermo E1phinstone Keiths, su segundo jefe, al que acompañaba el General Albercombry.