El 25 de abril de 1898 -hace cien años- se declara formalmente la guerra hispano-norteamericana. A mediados de junio los norteamericanos desembarcan en el SE de la isla de Cuba y atacan el Caney y San Juan. La Fuerza de Desembarco norteamericana estaba constituida por unos 16.000 hombres. Se va a desarrollar un hecho de armas insuperable que es recogido así en la Historia de la Infantería de Marina española (1):
"Vamos a hacer referencia a un episodio destacado en estos días que estudiamos y que tanta resonancia histórica tuvo: la hazaña de las lomas de El Caney y de San Juan.
La plaza de Santiago de Cuba se halla al fondo de una bahía, en cuya entrada se encuentran: el Morro, al Este, fortaleza en ruinas, Socapa, al oeste, y Cabañas, algo más al oeste y también en la costa. Las dos primeras, con baterías de medio calibre, alguna montada por la Marina. Cierra la plaza por su fondo la sierra Maestra y varias colinas, de las que la más próxima es la de El Caney, y después la loma de San Juan, y entre ellas los Cruces. Rodea a todo esto la abrupta, áspera y difícil manigua cubana, en la que pululan, además de la malaria y otras enfermedades, unos 8.000 insurrectos en contacto con los yanquis, con García como caudillo más destacado, y una zona minera, verdadero avispero. Tiene el recinto unos nueve kilómetros de largo, sin organización defensiva, sólo con algunos fortines, trincheras y empalizadas. En la bahía se encuentra, por orden del Gobierno, la escuadra del almirante Pascual Cervera, con cuatro cruceros y dos destructores.
Era gobernador militar de la plaza el general Linares, que contaba con 8.000 hombres, de los que 3.000 eran para El Caney, San Juan y zona minera.
Una escuadra americana con siete acorazados modernos, varios destructores y los transportes, sumando 124 buques, fue avistada el 19 de junio.
El almirante Cervera ordena desembarcar 130 hombres de cada crucero (unos 250 soldados y 300 marineros) y forma con ellos cuatro columnas de desembarco, a las que el Cuerpo cubre con sus guerrillas y les afecta piezas de artillería; el día 22 reúne al personal sobrante, incluso la guardia militar, y pone estos 450 hombres (150 infantes y 300 marineros) al mando del capitán de navío don Joaquín de Bustamante, que acampa en los Cruces.
Los americanos cuentan con 15.000 hombres al mando de Schafter, con una división de caballería de los Rough-riders con Roosevelt, los que, ayudados por los insurrectos y lejos del alcance de nuestra artillería, desembarcan durante ocho días en Daiquiri, estando el 30 de junio listos para avanzar. El día 1 de julio emprenden la ofensiva. Schafter encarga a Lawton de la toma de El Caney, y al ver tan sólo una casa en su loma como únicos fortines, dice: "Antes de una hora, mis tropas entrarán triunfalmente".
Cuenta con 6.000 hombres, de los que lanza al ataque 3.500, a los que se opone el valiente general Vara de Rey tan sólo con 520 y dos piezas González-Hontoria afectas por la Marina.
En el brutal choque cae herido el general en las dos piernas y ordena que dos marinos le sostengan al frente con las tropas, para animarlas con su ejemplo, hasta que fallece desangrado.
Han pasado doce horas de brava lucha, y cuando quedan tan sólo unos 80 hombres, sin jefes ni oficiales y barridos por el plomo, el polvo de las ruinas ... se retiran llevándose a hombros el cadáver de su valiente general.
La loma de San Juan, para la cual dispuso Schafter de 8.000 hombres, es atacada por 2.000, a los que hace frente el propio Linares con sólo 250, fue testigo de un heroísmo extraordinario y de una lucha suicida, pues hubo posición que quedó sólo con un defensor y éste seguía disparando; pidió el general un señalero, y se presenta voluntario un soldado, ?un infante de Marina?, que, colocado en una eminencia, daba sus partes a la plaza y al cual tiraban todos los americanos. Las balas respetaron su heroísmo.
Cae herido Linares en una briosa salida y la posición flaquea; visto esto por el bravo Bustamante, arremete contra el enemigo y reconquista la posición con sus infantes de marina en vanguardia; su arrojo hace indecisa la victoria, hasta que al caer mortalmente herido, una carga de los Rough-riders decide la acción.
Las sombras de la noche cubren tanto dolor y sacrificio, y a su amparo es abandonada la posición, que toma para los americanos el sobrenombre de "Paso de la muerte".
Tan dura como gloriosa jornada cuesta a nuestras fuerzas unos 600 hombres, y a los americanos, 900 en el Caney, 432 en San Juan y 328 en Aguadores y otros. Total: 1.760".
Tan extraordinarios acontecimientos los narra "desde el otro lado de la colina" Donald Barr en (2) como sigue:
". El general Henry W. Lawton, un hombre sereno y de fiar, después de estudiar el terreno con los prismáticos, aventuró la opinión de que podría tomar El Caney antes y avanzar después sobre la cordillera denominada Sierras de San Juan y pensó que la conquistaría en dos horas. Fue un error trágico.
El 30 de junio dio orden de que el avance comenzase a primera hora del día siguiente. A Lawton se le daría la primera división completa, más de 6.500 hombres, y cuando hubiera tomado El Caney, las otras dos divisiones serían emplazadas a lo largo del Aguadores.
En El Caney sólo había 520 españoles, pero estaban bien atrincherados y dirigidos, luchando de una manera magnífica. La división de Lawton tenía una batería de campaña y aun cuando estuvieron a la distancia adecuada no pudieron hacer nada para sacar al enemigo de sus trincheras .
Mientras tanto, el general Schafter -que no podía entender por qué continuaba la lucha en El Caney, en un lugar donde la proporción contra los españoles era más de diez a uno- hizo avanzar las otras dos divisiones. llovía y había llovido durante todo el día. los carros quedaban atrapados en el lodo; los hombres cubiertos de sudor, tiraban las mantas de campaña .
Y, mientras esto sucedía, la lucha en El Caney continuaba. El general Schafter envió una nota al general Lawton en la que sugería que no se distrajera con "esas pequeñas casamatas" y que se uniera a la fuerza principal. Pero cuando el mensaje llegó, las fuerzas de Lawton ya estaban preparadas para el ataque. El fuego español había menguado. En efecto, los españoles estaban casi sin municiones y se preparaban para replegarse. Las bajas españolas fueron de 235, las americanas, 441; se habían hecho 120 prisioneros. Había sido una gran batalla (2).
A pie de la página 147 de (2) se recoge una cita que textualmente dice: "Aunque los resultados militares fueron escasos, y el mismo ataque no fue producto de un plan brillante, la batalla de El Caney debería ser recordada con orgullo, por ambos pueblos, como un ejemplo insuperable de coraje y de dedicación militar" (3).
Y es que: No hay pueblo como mi pueblo ni patria como mi patria, ni hay enseña más gloriosa que la enseña roja y gualda.
No hay soldado como el nuestro, canta al entrar en batalla y muere diciendo madre!!y gritando ?VIVA ESPAÑA! (4)
Leopoldo Vázquez.
Por:José Gil Gundín.
Referencias:
(1) Historia de la Infantería de Marina española. Rivas Fabal. Editorial Naval. Madrid.
(2) La guerra hispano-americana 1896-1898. Donald Barr Chidsey. Ediciones Grijalbo 1973.
(3) The relations of the United States and Spain. The Spanish-American War. Chadwick, French Ensor. Charles Scribner's Sons 1911.
(4) Cancionero del 98. Carlos García Barrón Grijalbo Mondadori 1997.
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