viernes, noviembre 09, 2007

EL TRIUNFO DE EROS

os últimos siglos de la Edad Media italiana siguieron conociendo y apreciando la literatura de caballerías, vulgarizada gracias a refritos de los numerosos ciclos épicos en forma de novela y cantares, tipo de escritura popular desarrollada por el arte de los juglares. No obstante, ahora era el mero gusto por las aventuras caballerescas lo que asumía el papel central, respecto a las narraciones sobre las pasiones amorosas. Contradictoriamente, amor y erotismo se convertían en protagonistas de uno de los últimos poemas caballerescos italianos: el Orlando innmorato, de Mateo María Boiardo (1441—1494). Desde el mismo título del poema, Boiardo hace del amor el motor central de toda acción: es una fuerza poderosa pero caprichosa y arbitraria, que impulsa a emprender crueles guerras y arduas empresas por seguir a una dama. Ésta, por su parte, aparece como una figura carente de consistencia, casi como una personificación del destino, un artificio en torno al cual deben girar los acontecimientos. Es evidente cómo el ciclo carolingio, que había impreso su sello de manera tan profunda en la cultura medieval, una vez privado de una sociedad que pudiese compartir sus mensajes y su estilo de vida —pero que no los había olvidado— tendía a convenirse en poco más que en un ejercicio estilístico. Por lo menos, hasta que Ludovico Ariosto retome con su Orlando furioso las fuentes carolingias, para reinyectarles un vigor y una interpretación adaptados a los nuevos tiempos.