n cuanto al Estado cartaginés, me parece que sus instituciones han sido, en sus características esenciales, bien concebidas. Tenía reyes; el consejo de los ancianos, de naturaleza aristocrática, disponía por su parte de determinados poderes y el pueblo era soberano en las cuestiones que eran de su incumbencia. En conjunto, el reparto de poderes en Cartago se parecía al que había en Roma y en Esparta.
Pero en la época en que comenzó la guerra de Aníbal, la Constitución cartaginesa se degradó y la de los romanos demostró ser superior. La evolución de todo individuo, de toda sociedad política, de toda empresa humana está marcada por un período de crecimiento, un período de madurez, un período de decadencia y es en el momento de la madurez cuando se alcanza el grado más alto de eficacia en todos los órdenes. Es en eso donde se sitúa la diferencia entre las dos ciudades. Los cartagineses habían conocido la pujanza y el expansionismo algún tiempo antes que los romanos y habían sobrepasado entretanto el estadio del apogeo, justo en la época en que Roma, para la cual no era tan importante su sistema de gobierno, se hallaba en plena fuerza. En Cartago, la voz del pueblo se convirtió en la predominante en las deliberaciones, mientras que en Roma, el Senado se hallaba en la plenitud de su autoridad. Entre los cartagineses, era la opinión de un elevado número la que prevalecía, entre los romanos, la de la elite de los ciudadanos, de suerte que la política llevada por estos últimos era la mejor y pudieron, a pesar de las aplastantes derrotas, imponerla finalmente en la guerra contra Cartago gracias a la sabiduría de sus decisiones.Polibio, Historia, libro VI, VII, 51.
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