aume Bleda nació en la población valenciana de Algemesí, en una de las zonas más densamente pobladas por los moriscos. Ordenado sacerdote en 1585, se le nombró titular de la parroquia de Corbera, población morisca en la que permanecerá cuatro años. La gran obsesión de su vida fue conseguir “la total ruina del Imperio Mahometano y restauración del Imperio Romano” (p. 176) y ya al año siguiente intentó expresarle al anciano Felipe II sus puntos de vista, aunque no encontró el eco deseado, A la búsqueda de su objetivo, entró como novicio en un convento dominico y en1590 fundó su primer convento en su ciudad natal. En 1591, marchó a Roma con motivo de la canonización del santo valenciano Luis Beltrán, y aprovechó para hacer llegar al Papa sus temores. Seis años después ya tenía dispuesto el texto de laDefensiofldei, donde demostraba lo peligrosos que eran los moriscos para la España católica, pero su obispo le denegó el permiso de impresión, con el argumento de que “los errores desta gente no eran causa de infección, ni que se pervirtiessen los fieles”.
Gracias a sus buenas relaciones con el virrey de Valencia, el conde de Benavente, volvió a marchar aRoma en 1600, con la intención de presentar la obra al Papa, quien tampoco expresó el mínimo interés; un rechazo que también halló en el Inquisidor General al año siguiente y, ante su tenacidad, en 1603, el general de la Orden le amonestó para que se retirara a su convento y no volviera a dirigirse ni al Papa ni al Rey. Pero no obedeció y al año siguiente, aprovechando la estancia del monarca en Valencia, le mostró su libro. La entrevista tuvo sus frutos y en 1605, Felipe III y su valido el duque de Lerma le otorgaron una ayuda de 400 ducados para la edición del libro; una suma muy considerable para laépoca. Con tal pasaporte, marchó de nuevo al Vaticano, donde recibió una acogida más favorable. En 1607, volvía de la Ciudad Santa; el30 de enero de 1608, el duque de Lerma arrancaba a los miembros del Consejo de Estado la decisión unánime de expulsar a los moriscos de España y, el 4 de agosto del año siguiente, la orden real se repartía por todos los territorios de la Corona. Esta decisión fue la que el dominico intentó justificar años después con su Corónica de los moros de España, donde barajaba que ésta había sido el resultado de la confluencia de razones de tipo religioso, económico y político.
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