Si existe un territorio en la Península Ibérica –incluido por tanto, Portugal- cuyos habitantes originarios reúnen todos los requisitos posibles para ser considerados un pueblo distinto a los circundantes, ése es el valle de Arán.
Arán quedó dentro de España por mor de guerras y pactos fronterizos. En realidad, Arán es una parte de Occitania, y su lengua, el aranés, un dialecto pirenaico del languedociano, “la langue d’Oc”, de la que también procede en buena parte el catalán medieval. Los valles araneses están ubicados en la vertiente norte del Pirineo, y forman parte de la cuenca atlàntica.
Durante los últimos siglos Arán ha sido administrado desde Catalunya, a pesar de que tras la guerra de Secesión los araneses conservaron íntegro su régimen político-administrativo propio dentro de la Corona de España, al contrario de lo que ocurrió con Catalunya. La tendencia de las administraciones catalanas bajo todos los regímenes habidos ha sido tratar Arán como si fuera una comarca más de su país, lo que ha generado no pocos conflictos. A principios de los ochenta del siglo pasado la Generalitat recién restaurada intentó “normalizar” Arán, catalanizándolo, lo que provocó un fuerte rechazo entre la población aranesa y el inicio de un movimiento reivindicativo que agrupó fuerzas políticas y sociales de izquierda en lo que andando el tiempo se convirtió en el partido Unitat de Arán.
En esos primeros años ochenta recuerdo haber visto durante un viaje por Arán los rótulos oficiales a la entrada de los pueblos, redactados en catalán normativo, tachados a espray y con el nombre en aranés escrito encima. También, la explicación que una bibliotecaria de un pueblo aranés me dio acerca de los modos a veces groseros y a veces sutiles en que las autoridades de la Generalitat pujolista y sus funcionarios intentaban imponer la catalanización.
De hecho, Arán siempre ha sido una piedra en el zapato de los nacionalistas catalanes, pues vuelve contra ellos sus propios argumentos de “país oprimido” política y culturalmente. Una anécdota que viví en ese viaje ejemplifica bastante bien todo esto, y cómo el pancatalanismo perdió por completo la batalla en Arán. Entré en un estanco de un pueblecito aranés a comprar tabaco, y en mi condición de barcelonés un poco inconsciente me dirigí al estanquero en catalán. El hombre me contestó en castellano, y seguimos hablando en este idioma. Cuando ya me iba, entraron dos muchachas de aspecto sureño y se pusieron a hablar en aranés con el estanquero, quien contestaba con toda soltura en este idioma. Al salir del estanco las chicas encontraron en la calle a un señor mayor, y se pusieron a hablar los tres en un castellano lleno de resonancias andaluzas. Tomé nota de la lección recibida, y mi curiosidad por la cultura aranesa se incrementó notablemente a partir de ése momento.
Ahora resulta que la Generalitat catalana pretende, en el marco de la reestructuración de la división administrativa y territorial del país emprendida tras el fracaso de la comarcalización impulsada por los pujolistas, incluir Arán en una de las nuevas vegueries (regiones) diseñadas, como si fuera una más de las comarcas catalanas. El impulso a esta nueva agresión a la personalidad aranesa ha partido de Jordi Ausàs, conseller de Gobernación de la Generalitat catalana; dice Ausàs que la futura vegueria del Alto Pirineo “no se entendería sin la inclusión del territorio de Arán” (El País, 29-8-2008). Francesc Boya, màxima autoridad de Arán y líder de Unitat de Arán, ahora próxima al PSC, le contesta pidiéndole coherencia con lo prometido por ERC, partido de Ausàs, y por su líder Joan Puigcercós en el sentido de que Arán “quedaría al margen de cualquier organización en veguerías”.
El pasado día 16 de septiembre, el Pleno del Conselh Generau d’Aran aprobó, con el voto de todos los partidos araneses, incluida la sucursal local de CiU, una moción que insta a la Generalitat a “respetar la autonomía de este territorio, reconocida por el Estatuto (catalán), y a no incluirlo en ninguna de las siete vegueries previstas” (El País, 19-9-2008).
El Conselh considera que en caso contrario, la Generalitat “violentará el ejercicio de su autogobierno, y de su identidad cultural, histórica, geográfica y ligüística”. Asimismo el Conselh reclama establecer con la Generalitat una “relación directa, de gobierno a gobierno, y sin ninguna intermediación administrativa”.
Definitivamente, Arán es una piedra muy gruesa en el zapato de los nacionalistas catalanes.
Arán quedó dentro de España por mor de guerras y pactos fronterizos. En realidad, Arán es una parte de Occitania, y su lengua, el aranés, un dialecto pirenaico del languedociano, “la langue d’Oc”, de la que también procede en buena parte el catalán medieval. Los valles araneses están ubicados en la vertiente norte del Pirineo, y forman parte de la cuenca atlàntica.
Durante los últimos siglos Arán ha sido administrado desde Catalunya, a pesar de que tras la guerra de Secesión los araneses conservaron íntegro su régimen político-administrativo propio dentro de la Corona de España, al contrario de lo que ocurrió con Catalunya. La tendencia de las administraciones catalanas bajo todos los regímenes habidos ha sido tratar Arán como si fuera una comarca más de su país, lo que ha generado no pocos conflictos. A principios de los ochenta del siglo pasado la Generalitat recién restaurada intentó “normalizar” Arán, catalanizándolo, lo que provocó un fuerte rechazo entre la población aranesa y el inicio de un movimiento reivindicativo que agrupó fuerzas políticas y sociales de izquierda en lo que andando el tiempo se convirtió en el partido Unitat de Arán.
En esos primeros años ochenta recuerdo haber visto durante un viaje por Arán los rótulos oficiales a la entrada de los pueblos, redactados en catalán normativo, tachados a espray y con el nombre en aranés escrito encima. También, la explicación que una bibliotecaria de un pueblo aranés me dio acerca de los modos a veces groseros y a veces sutiles en que las autoridades de la Generalitat pujolista y sus funcionarios intentaban imponer la catalanización.
De hecho, Arán siempre ha sido una piedra en el zapato de los nacionalistas catalanes, pues vuelve contra ellos sus propios argumentos de “país oprimido” política y culturalmente. Una anécdota que viví en ese viaje ejemplifica bastante bien todo esto, y cómo el pancatalanismo perdió por completo la batalla en Arán. Entré en un estanco de un pueblecito aranés a comprar tabaco, y en mi condición de barcelonés un poco inconsciente me dirigí al estanquero en catalán. El hombre me contestó en castellano, y seguimos hablando en este idioma. Cuando ya me iba, entraron dos muchachas de aspecto sureño y se pusieron a hablar en aranés con el estanquero, quien contestaba con toda soltura en este idioma. Al salir del estanco las chicas encontraron en la calle a un señor mayor, y se pusieron a hablar los tres en un castellano lleno de resonancias andaluzas. Tomé nota de la lección recibida, y mi curiosidad por la cultura aranesa se incrementó notablemente a partir de ése momento.
Ahora resulta que la Generalitat catalana pretende, en el marco de la reestructuración de la división administrativa y territorial del país emprendida tras el fracaso de la comarcalización impulsada por los pujolistas, incluir Arán en una de las nuevas vegueries (regiones) diseñadas, como si fuera una más de las comarcas catalanas. El impulso a esta nueva agresión a la personalidad aranesa ha partido de Jordi Ausàs, conseller de Gobernación de la Generalitat catalana; dice Ausàs que la futura vegueria del Alto Pirineo “no se entendería sin la inclusión del territorio de Arán” (El País, 29-8-2008). Francesc Boya, màxima autoridad de Arán y líder de Unitat de Arán, ahora próxima al PSC, le contesta pidiéndole coherencia con lo prometido por ERC, partido de Ausàs, y por su líder Joan Puigcercós en el sentido de que Arán “quedaría al margen de cualquier organización en veguerías”.
El pasado día 16 de septiembre, el Pleno del Conselh Generau d’Aran aprobó, con el voto de todos los partidos araneses, incluida la sucursal local de CiU, una moción que insta a la Generalitat a “respetar la autonomía de este territorio, reconocida por el Estatuto (catalán), y a no incluirlo en ninguna de las siete vegueries previstas” (El País, 19-9-2008).
El Conselh considera que en caso contrario, la Generalitat “violentará el ejercicio de su autogobierno, y de su identidad cultural, histórica, geográfica y ligüística”. Asimismo el Conselh reclama establecer con la Generalitat una “relación directa, de gobierno a gobierno, y sin ninguna intermediación administrativa”.
Definitivamente, Arán es una piedra muy gruesa en el zapato de los nacionalistas catalanes.
Publicado por Joaquim.http://aventuraenlatierra.blogspot.com/2008/09/el-valle-de-arn-no-es-catalunya.html
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