urante el siglo XVIII la atención al marinero enfermo a bordo de las naves experimentó un gran alivio. Todo fue posible tras la publicación, en 1793, de las conocidas Ordenanzas Generales de la Armada Naval, debidas a Mazarredo, Escaño y Ruiz, que representan la compilación de disposiciones de naturaleza sanitaria más completa de dicho siglo. En un total de 30 artículos se repasan diversos aspectos de la Sanidad Naval, entre ellos sobre las cajas de medicinas y utensilios de enfermería que, por cierto, debían aportar en el momento de su embarque, si bien cualquier deterioro en ellas, por incendio o naufragio, era repuesto por el erario. De los alimentos que debían administrarse a los enfermos con baja de enfermería, se cuidaban el enfermero y el sangrador bajo el estricto control del médicocirujano.
Ambos suministraban el «condimento de los pucheros, tanto de dieta como de convalecencia, y el caldo que deba tenerse separado para aquellos enfermos a quienes sea necesario suministrarlo fuera de las horas generales de comida», así como de la «carne del puchero». Se advertía al personal sanitario que debía evitarse que «se introduzcan comidas u otros desarreglos de mal entendida compasión a los enfermos»; siendo de su responsabilidad el cuidar de la calidad de los
alimentos en la enfermería, debiendo vigilar «el condimento de los pucheros, tanto de dieta como de convalecencia y el caldo (...) fijando las cantidades de carne del puchero de enfermos...».
M. M. C.
Ambos suministraban el «condimento de los pucheros, tanto de dieta como de convalecencia, y el caldo que deba tenerse separado para aquellos enfermos a quienes sea necesario suministrarlo fuera de las horas generales de comida», así como de la «carne del puchero». Se advertía al personal sanitario que debía evitarse que «se introduzcan comidas u otros desarreglos de mal entendida compasión a los enfermos»; siendo de su responsabilidad el cuidar de la calidad de los
alimentos en la enfermería, debiendo vigilar «el condimento de los pucheros, tanto de dieta como de convalecencia y el caldo (...) fijando las cantidades de carne del puchero de enfermos...».
M. M. C.
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