A CRÓNICA MULSULMANA. Hayradin Bey (Jeredín Barbarroja), con la gente que había salido con él (de Túnez), comenzó la pelea con la artillería y arcabuces. Y se mezclaron y peleaban reciamente. Los moros y turcos que vinieron de Argel dieron con gran ímpetu por las espaldas de los cristianos; los cuales volvieron para ellos y murieron muchos de cada parte. La gente que salió con Hayradin Bey dio por la otra parte; y era la pelea tan recia cual nunca jamás se ha visto. Los cristianos venían por la orilla de la mar y —viendo cómo peleaba Barbarroja y los moros— estaban maravillados y se entraban en el agua para huir.
...Hayradin Bey, con los quince bajeles bien armados y proveídos, se partió para Argel. En llegando, todos los moros y turcos de la tierra —como pensaron que ya más no le habían de ver— salieron a recibirle, llorando y bendiciendo a Dios y dándole gracias porque allí le había traido dejándoles ver su cara, y besar las manos. Asimismo, estaba llorando su mujer. Él los consolaba a todos, y decía que:
—Si Dios no mata al hombre, nadie le puede matar. Y que: —Dios cuando le crió fue por alguna causa; y hasta que venga a esta causa, no morirá.”(Seyyid Murad: Gazavat-i Hayreddin Pasa. Ed. de Miguel A. de Bunes y Emilio Solaç: La vida y historia de Hayradin, llamado Barbarroja. Granada, Universidad,1997 pp. 123-125
A CRÓNICA ESPAÑOLA. No pensó hasta este punto desamparar la Ciudad (Barbarroja), porque en toda aquella noche no se apeó del cavallo, registrando los muros, la artillería y los demás lugares donde juzgava defenderse. Pero cuando vio perdida la Alcazava,acabó de desmayar. Saltó a la puerta del Rebato, y puesto en un lugar eminente, vió el campo del Emperador, que ya marchaba contra la Ciudad. Parecióle mayor, y más pujante que el día pasado: ya fuese por miedo que ya tenía, o porque venía en campo raso, donde no avía olivares, ni collado que le cubriesen, y las batallas iban menos apartadas. Acabó de perder el ánimo Barbarroja, y viéndose solo, perdidas las Alcazavas, y tan poderoso el enemigo. Finalmente huyó camino de Bona.
Llegó el César a las puertas de Túnez este día (21 de julio). Salieron de la Ciudad a entregarle las llaves, y ver a su Rey Hazem, haziendo grandes alegrías con lengua, y manos, y muchas zalemas con el cuerpo, según usança de los Moros... Entraron luego los Soldados a saco la Ciudad, matando a quantos los estorvavan, o contradecían, de qualquier sexo, y edad que fuesen...”(Fray Prudencio de Sandoval: Historia de la vida y hechos del emperador Carlos, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1955, Libro XXII, pp. 300-301).
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