asada con un general de renombre y enamorada de un famoso escritor, Émilie du Chátelet no quiso quedar en la sombra, sino brillar por sus propios méritos. “Júzgueme por mis propios méritos —le escribió al rey Federico II de Prusia— o por la falta de ellos, pero no como un mero apéndice de este gran general o de aquel reconocido erudito”. Sin embargo, sería examinada a la luz de los estereotipos y convenciones de su época y descalificada por no ajustarse a esos modelos. Voltaire, conocedor de la intransigencia de la sociedad a la que pertenecía, se lo había advertido en su Epístola contra la calumnia, escrita en 1733:
“Escuchadme, respetable Émilie:
Sois bella; entonces la mitad
Del género humano será vuestro enemigo;
Poseéis un genio sublime:
Se os temerá; vuestra amistad
Sois confiada, y seréis traicionada.
Vuestra virtud, en su trayectoria sólida,
Simple y sin pretensiones, nunca sacrificada.
A nuestros devotos: temed la calumnia...”
Pero tampoco Voltaire conseguiría librarse de modelos preconcebidos, a juzgar por su comentario, cuando años más tarde, al recordar a quien había sido su íntima amiga y colaboradora, quiso destacar su labor:“Ella fue un gran hombre cuya única falta fue ser mujer. Una mujer que tradujo y comentó a Newton..., en una palabra, un hombre excelente”.
2 comentarios:
No me imagino que alguien dijera eso de mí, aunque parezca un honor jajajajajajaja.
Un beso, Nelson.
Zinthia
Nelson, machista....eso ni se repite...y menos en tu blog...
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