nte la situación de despropósitos que vivimos en nuestro país, a raíz de la rendición sin condiciones de un gobierno débil y entregado a las fauces del terrorismo, creo sentir en mi interior aquello que se denominó en tiempos pretéritos el síndrome de Estocolmo.
Jamás podría ver con buenos ojos, cualquier ataque a la justicia ni a la sociedad, y tenía claro que cualquier delincuente, donde mejor se podía “aparcar”, era alejado de la convivencia con las personas decentes hasta tu reinserción.
Pero el síndrome al que mencionaba antes, se suscita a raíz de que los delincuentes que en la actualidad están apartados de nosotros, van atener más dignidad que muchos de los políticos que deambulan por esos pasillos de los pasos perdidos.
Con la excarcelación del sanguinario DeJuana, son precisamente los presos los que van a tomar la bandera de la dignidad, los que nos van a enseñar que aunque entre rejas, tienen honor y posiblemente los que hagan recapacitar al gobierno del atropello que significa la decisión tomada estos días.
“El Acebuche”, quizás sea el germen o el revulsivo, para que una sociedad dormida, en donde todo vale, se ponga en marcha y se manifieste de forma eficaz ante el dolor de una España sometida y ultrajada en manos de unos incompetentes que confunden el derecho a gobernar por “ganar” unas elecciones, y la rendición del estado de derecho.
Es incomprensible, que los ciudadanos llamados decentes, tengamos que recurrir a los delincuentes, para que nos salven de los desmanes que el gobierno nos proporciona, no se entiende, que las cárceles se conviertan en el mayor refugio de la dignidad de un país. La sociedad recurre a vosotros, y aunque sea de soslayo y con las orejas bajas, las voces de un pueblo claman justicia, y si esa justicia tiene que venir a través de personas condenadas, siempre será mejor que aceptar la traición de gobernantes que no se sabe muy bien sus oscuras intenciones o pactos se han fraguado entre bastidores, sin luz ni taquígrafo.
Jamás podría ver con buenos ojos, cualquier ataque a la justicia ni a la sociedad, y tenía claro que cualquier delincuente, donde mejor se podía “aparcar”, era alejado de la convivencia con las personas decentes hasta tu reinserción.
Pero el síndrome al que mencionaba antes, se suscita a raíz de que los delincuentes que en la actualidad están apartados de nosotros, van atener más dignidad que muchos de los políticos que deambulan por esos pasillos de los pasos perdidos.
Con la excarcelación del sanguinario DeJuana, son precisamente los presos los que van a tomar la bandera de la dignidad, los que nos van a enseñar que aunque entre rejas, tienen honor y posiblemente los que hagan recapacitar al gobierno del atropello que significa la decisión tomada estos días.
“El Acebuche”, quizás sea el germen o el revulsivo, para que una sociedad dormida, en donde todo vale, se ponga en marcha y se manifieste de forma eficaz ante el dolor de una España sometida y ultrajada en manos de unos incompetentes que confunden el derecho a gobernar por “ganar” unas elecciones, y la rendición del estado de derecho.
Es incomprensible, que los ciudadanos llamados decentes, tengamos que recurrir a los delincuentes, para que nos salven de los desmanes que el gobierno nos proporciona, no se entiende, que las cárceles se conviertan en el mayor refugio de la dignidad de un país. La sociedad recurre a vosotros, y aunque sea de soslayo y con las orejas bajas, las voces de un pueblo claman justicia, y si esa justicia tiene que venir a través de personas condenadas, siempre será mejor que aceptar la traición de gobernantes que no se sabe muy bien sus oscuras intenciones o pactos se han fraguado entre bastidores, sin luz ni taquígrafo.
NELSON
3 comentarios:
Apoyo desde la primera letra hasta la última su post de hoy, y creo que como yo miles de españoles de todo signo político.
Me unire a todos los presos comunes que quieran tener los mismos derechos que el sanguinario De Juana.
Sr. Nelson, desde el mismo día que recibí la noticia del excarcelamiento del etarra, al que no me atrevo ni a poner nombre, luzco orgulloso un lazo negro en mi solapa y explico a todos cuantos me preguntan el porqué del lazo. ¿Donde puede llegar un país en el que la calle apoya a los delincuentes convictos?. Sr. Nelson, tiene usted toda la razón, no me uno a los que clamen que los presos deben ponerse en huelga, pero lo entiendo. Enhorabuena por el artículo. Un socialista en Paris.
Sr. Socialista, créame que no he querido hacer ningun tipo de propaganda ni airear un artículo en pos de unas convicciones políticas, solamente lo puse porqueme sentía realmente, mal, huérfano de justicia,con miedo incluso de no saber muy bien hacia donde vamos y que es lo que queremos realmetne para nuestro país.
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