uchas fueron las vicisitudes que se cebaron sobre una de las casas más insignes de la capital gaditana. En este caso me refiero, a la casa donde vivió y murió Gravina, hombre que puso de manisfiesto su valía como marino y uno de los máximos exponentes de la Ilustracción.
En vez de erigirse cómo templo del honor y del recuerdo a un personaje que aportó los mayores laureles al saber y a la Armada española, su hogar, fue ultrajado, por transaciones puramente mercantilistas, sin tener presente que en esa finca murió un personaje digno de de ser recordado como lo que fué, un héroe.
Pero lo que si me produjo una tristeza enorme, fueron los actos de pillaje que se suscitaron en la madrugada del 11 de mayo de 1931, grupos revolucionarios al grito de ¡abajo los curas! intentaron quemar la residencia, pero, al ser advertidos de que el fuego podría propagarse a las casas inmediatas, desistieron. Sin embargo, fue imposible evitar el asalto y saqueo. Muebles y enseres fueron arrojados a la plaza, donde se formaron grandes hogueras.
De nuevo la sin razón, la falta de respeto y el ultraje, se desbordaba en un solar sagrado de la memoria histórica.
Tan sólo hizo un gesto de reconocimiento a la figura de este gran marino el ayutamiento de 1895, que colocó un lápida junto a la puerta de entrada y que dice asi:"El 9 de marzo de 1806 falleció en esta casa, a los 49 años de edad, el Excmo. Sr. D. Federico Gravina y Nápoli, Capitán General de la Real Armada, de resultas de la herida que recibió a bordo del navío Príncipe de Asturias, en el memorable combate de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805».
NELSON
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