domingo, octubre 01, 2006

SE BUSCAN REMEROS



Debido al creciente poder marítimo de la Corona de Aragón, el remero se convirtió en una figura imprescindible. Las autoridades adoptaron todo tipo de medidas, incluso el empleo de los criminales en estas tareas.

A CORONA DE ARAGÓN SE CONVIRTIÓ en una poderosa potencia marítima gracias a su armada. Esta situación llevó a los distintos monarcas aragoneses a promulgar una serie de leyes y ordenanzas navales que, después, de la mano de Pedro IV, se recopilaron en un texto definitivo: El Libro del Consulado del Mar.
Destacan, por su importancia y curiosidad, un conjunto de normas relativas a los remeros, a los tipos de barcos autorizados y al armamento.
Mantener una armada de semejantes características no resultaba barato y el pago de los remeros pronto se convirtió en un problema. Cada vez se necesitaban más brazos para propulsar los barcos y esta situación llevó a que los condenados a galeras, que tenían reducida su actividad a los navíos comerciales y civiles, pasaran a engrosar, forzosamente, las filas del ejército. Su destino no fue del todo bueno, pues se les destinó a las labores de abordaje, es decir, las más peligrosas. La importancia de los remeros era tal que llegó a destinarse una parte de los impuestos a su manutención.
Las características de los barcos eran diferentes según su peso,el tamaño de su eslora y su medio de propulsión. Aragón contaba con dos tipos de embarcaciones concretas: la bastarda, de 24, 26 ó 28 remeros, y las de vela, que tenían nombres diversos, como naus, fustas, moneas y sagitias. Se fijó, de forma muy precisa, la cantidad de armamento que cada nave podía transportar en su bodega. Así, quedó estipulado que un buque de guerra debía llevar 10.000 dardos, 60.000 saetas, 120 paveses, 120 corazas, 500 lanzas, 24 lanzas romañolas, seis rozales, diez hachas y 24 guadañas, además, claro está, de otros utensilios destinados a las labores de abordaje.

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