
El papa pretendía corregir con ello, sirviéndose de los avances científicos, las deficiencias del calendario tradicional, y buscar la coincidencia entre las duraciones del año civil y el año trópico.Según el cómputo de Julio César, quedaban descontados 11 minutos anualmente, lo que significaba un día cada 128 años y, como consecuencia de ello, un retraso paulatino de la fecha de la Pascua. Asimismo, el equinoccio real de la primavera correspondía entonces al 11 de marzo. Con el fin de enmendar los anteriores errores de cálculo, se resolvió una adición de 10 días y se dispuso que
siguiera al 4 de octubre de 1582 un viernes 15, con lo que el 21 de marzo se realizaban simultáneamente el equinoccio real y el convencional, según lo decretado en el concilio de Nicea (celebrado en el año325).Asimismo, se convenía que, en lo sucesivo, todos los años múltiplos de cuatro serían bisiestos, al igual que los años seculares —o aquellos que acababan en dos ceros— cuyo número de centenas fuera también multiplo de cuatro. Con un objetivo claramente litúrgico, pues su interés radicaba en la fijación de la fecha de la Pascua de Resurrección, el calendario gregoriano sufrió algunas revisiones posteriores. A lo largo del siglo se distribuyeron las fiestas según categorías ya existentes en la edad media, pero que se aumentaron en la época (dobles de primera y segunda clase, dobles mayores y ordinarias, semidobles y simples, etc, mientras que en muchas conmemoraciones de santos prevalecían sobre los domingos, considerados semidobles).La reforma del calendario emprendida por Gregorio XIII fue adoptada de una forma más o menos inmediata por los diferentes países católicos. Francia la siguió ese mismo año, aunque en el mes de diciembre, para pasar del día 9 al 20, Gran Bretaña esperó hasta 1752, en cuyo mes de septiembre pasó del día 2 al 14, Japón modificó su caleñdario en 1863, Rusia lo hizo en 1918, Grecia y Rumania en 1924 y Turquía en 1927.
